Intente imaginar el puesto de trabajo más peligroso del mundo. Bombero, policía, militar, artificiero, domador de leones, dentista de tiburones... No pierda más el tiempo. Le costará encontrar una profesión con un índice de mortalidad y siniestralidad más alto que el de los presidentes de Estados Unidos. Desde que se creó este cargo en 1789, solo 44 hombres han tenido la oportunidad de ejercerlo. Cuatro de ellos fallecieron durante su mandato por causas supuestamente naturales, otros cuatro fueron asesinados y al menos dieciséis sufrieron diferentes intentos de asesinato que no tuvieron éxito. Es decir, el l8% de los inquilinos de la Casa Blanca han fallecido en el cargo por diferentes motivos y el 36% han esquivado la muerte en algún tipo de atentado. Una vez depuradas estas estadísticas, ¿es o no es el del presidente de los Estados Unidos el empleo más peligroso del mundo?
William Henry Harrison fue el noveno presidente de la nación americana y tuvo el desagradable honor de ser el primero en fallecer en el cargo. Lo hizo cuando solo llevaba 31 días al mando del país. El 4 de marzo de 1841, un día lluvioso y de mucho frío, Henry Harrison tomaba posesión de su cargo y se empeñó en dar su discurso inaugural sin abrigo. Aquella osadía, ligada a que dio el discurso inaugural más largo de la historia norteamericana, le llevó a morir el 4 de abril de una neumonía.
Siete años después llegaría al poder Zachary Taylor, un general militar que pasó a la historia por ser el primer presidente americano que llegaba a la Casa Blanca sin haber sido elegido antes para ningún otro cargo público. Tras dieciséis meses de escándalos de corrupción en su gabinete, Taylor murió de cólera.
El tercer presidente en fallecer por causas naturales fue Warren G. Harding, que murió estando de gira en San Francisco el 2 de agosto de 1923. Nunca ha quedado claro si falleció por una hemorragia cerebral o por sus problemas de taquicardia. Si Harding es recordado como uno de los peores presidentes de Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt siempre ha salido bien parado en las encuestas. Es considerado como el tercer mejor presidente por detrás de Abraham Lincoln y George Washington. Ese aprecio no le libró de fallecer en 1945 tras una hemorragia cerebral.
presidentes asesinados Precisamente Abraham Lincoln inaugura la lista de los presidentes americanos que fueron asesinados durante su mandato. Le siguieron James A. Garfield, William McKinley y John F. Kennedy. Lincoln fue asesinado cuando la Guerra Civil daba sus últimos coletazos, en abril de 1865. El presidente disfrutaba de una obra de teatro en un palco del Teatro Ford de Washington acompañado por su mujer, el mayor Henry Rathbone y la novia de este último. John Wilkes Booth, un actor que lideraba una conspiración para paralizar el gobierno y dar al Sur la oportunidad de reorganizar su ejército, le disparó en la cabeza hiriéndole mortalmente. Rathbone intentó atrapar al asesino, pero solo consiguió que le apuñalara en el brazo antes de darse a la fuga. Booth se fracturó el peroné izquierdo al saltar del palco al escenario, pero a pesar de ello huyó a caballo. Once días después fue acorralado en un granero. Ante su negativa a rendirse el ejército abrió fuego contra el edificio. Lo mató un disparo en la médula espinal, una pulgada por debajo del lugar en el que disparó a Abraham Lincoln.
El 2 de julio de 1881 el vigésimo presidente, James A. Garfield, fue tiroteado por Charles Jules Guiteau, un abogado furioso porque el presidente no le había concedido un puesto consular que había solicitado. Las balas no afectaron a ningún órgano, pero en las semanas posteriores los médicos complicaron las heridas intentando encontrar las balas dentro del cuerpo del presidente. El propio Alexander Graham Bell improvisó un detector de metales para intentar extraer una bala. El 19 de septiembre Garfield falleció víctima de una infección y de la hemorragia provocada por los médicos. Guiteau murió en la horca.
William McKinley, el 6 de septiembre de 1901, también fue tiroteado, esta vez por un anarquista, Leon Czolgosz. Una de las dos balas que recibió le atravesó el estómago y, tras ocho días convaleciente, falleció. Su asesino apunto estuvo de no superar las heridas que sufrió al ser reducido tras el atentado, pero llegó en plenas condiciones al juicio que le condenó a morir en la silla eléctrica. Sus últimas palabras: “No siento remordimiento por mi crimen. Lamento no poder ver a mi padre”.
El último presidente norteamericano en morir asesinado fue John F. Kennedy. Fue tiroteado por un francotirador en Dallas el 22 de noviembre de 1963 cuando desfilaba en un Lincoln X-100 descapotable junto a su mujer, Jacqueline, y el gobernador de Texas, John Bowden Connally Jr. Dos de los tres disparos realizados por Lee Harvey Oswald alcanzaron a Kennedy en la garganta y en la cabeza, por lo que murió en el acto. En el atentado el gobernador de Texas también resultó gravemente herido.
Oswald fue detenido ochenta minutos después, cuando ya había matado también a un agente de policía. Nunca fue juzgado, ya que dos días más tarde, mientras era custodiado por la policía, fue abatido por Jack Ruby, un gángster de Dallas, lo que abrió la puerta a especulaciones de todo tipo sobre quiénes fueron los verdaderos promotores del asesinato de Kennedy.
reagan, el fin de una maldición Si algo saben hacer bien en Estados Unidos son teorías conspirativas. En cuanto a los presidentes muertos en el cargo, no tardó en aparecer una supuesta maldición lanzada en 1836 por Tenskwatawa, un guerrero indio que, junto a su hermano, Tecumsé, participó en la batalla de Tippecanoe de 1811 entre las fuerzas norteamericanas, al mando de William H. Harrison, y la tribu Shawnee. Según la leyenda, el guerrero indio, apodado El Profeta, comentaba las inminentes elecciones de 1836, en las que se presentaba Harrison como candidato, mientras le hacían un retrato y vaticinó que a quien fuera su rival en el campo de batalla no le llegaría el turno de llegar al puesto de Gran Jefe hasta las siguientes elecciones y que, después, moriría en el cargo. Ante las risas de los presentes soltó su maldición: “Les digo que Harrison morirá y cuando él muera ustedes recordarán la muerte de mi hermano Tecumsé. Ustedes creen que he perdido mis poderes, yo que hago que el sol se oscurezca y que los pieles rojas dejen el aguardiente. Pero les digo que él morirá, y después de él, todo Gran Jefe escogido cada 20 años de ahí en adelante morirá, y cuando cada uno muera, que todos recuerden la muerte de nuestro pueblo”.
Sea o no por culpa de la supuesta maldición, lo cierto es que William Harrison, Abraham Lincoln, James Garfield, William McKinley, Warren Harding, Franklin Roosevelt y John Kennedy fueron elegidos presidentes en 1840, 1860, 1880, 1900, 1920, 1940 y 1960. Y todos ellos fallecieron siendo presidentes de los Estados Unidos. En 1980 llegó Ronald Reagan a la presidencia, por lo que debería haber sido el siguiente afectado por la supuesta maldición, pero la estrella del western sobrevivió al atentado que sufrió el 30 de marzo de 1981 en Washington, cuando le alcanzó el pulmón un disparo de John Hinckley, un perturbado al que su obsesión por la película Taxi Driver le había llevado a acosar a la actriz Jodie Foster hasta el punto de querer llamar su atención asesinando al presidente de Estados Unidos. En tres segundos disparó en seis ocasiones, hiriendo de gravedad en la cabeza al secretario del presidente para la prensa y a dos agentes. Hinckley todavía está interno en un psiquiátrico. Los que apoyan la teoría de la maldición india aseguran que Ronald Reagan esquivó la muerte aquel día gracias a la costumbre de la primera dama, Nancy Reagan, de contratar los servicios de astrólogos.
De los dieciséis presidentes de Estados Unidos que han sufrido algún intento de asesinato, el primero fue Andrew Jackson. Fue el 30 de enero de 1835, cuando a la salida del funeral de un congresista en el Capitolio, le salió al paso Richard Lawrence, un pintor de casas que había perdido la cabeza y que se creía el rey de Inglaterra. Sus dos disparos erraron por culpa de la humedad, que había afectado a sus armas, y recibió un buen bastonazo del propio presidente Jackson. Lawrence fue declarado inocente por demencia y murió en un psiquiátrico.
Theodore Roosevelt fue presidente dos mandatos, entre 1901 y 1908, pero en 1912, descontento con los derroteros de la nación, decidió volver a presentarse como candidato. El 14 de octubre, antes de un acto político, John Flammang Schrank, un tipo en desacuerdo con que Roosevelt quisiese el tercer mandato en la Casa Blanca, le disparó en el pecho. La bala atravesó el discurso de 50 páginas dobladas que el candidato portaba en el bolsillo del chaleco, al igual que la funda de metal de sus gafas, lo que le salvó la vida. A pesar de tener la bala alojada en el pecho, Theodore Roosevelt se empeñó en dar su discurso de una hora de duración antes de ir al hospital.
Un albañil de origen calabrés, Giuseppe Zangara, intentó el l5 de febrero de 1933 asesinar al trigésimo segundo presidente, Franklin Delano Roosevelt, algo que tal vez se habría ahorrado si hubiese sabido que el presidente moriría 12 años después por una hemorragia cerebral en su cuarto mandato. El italiano tuvo la torpe idea de apoyarse en una mujer, Lillian Cross, para efectuar los disparos. La mujer no lo dudó y lo empujó desviando los cinco disparos y salvando la vida del presidente, lo que la convirtió en heroína nacional. Zangara, que confesó que quería asesinar a todos los presidentes y reyes del planeta, murió en la silla eléctrica un mes después del atentado.
Harry S. Truman ya fue atacado en 1947 con cartas bomba enviadas por una banda sionista, pero fue en 1950 cuando vivió un tiroteo en las puertas de la Casa Blair, la residencia que habitualmente sirve para hospedar a los invitados del presidente y que en ese momento ocupaba mientras se reformaba la Casa Blanca. Griselio Torresola y Oscar Collazo, dos independentistas puertorriqueños, intentaron entrar por la fuerza para asesinar al presidente, pero solo consiguieron matar al agente Leslie Coffelt, quien antes de fallecer tuvo la oportunidad de abatir a Torresola. Collazo fue herido, detenido y condenado a muerte, pero el propio Truman conmutó la pena a cadena perpetua. En 1979 fue liberado y volvió a Puerto Rico.
El 22 de febrero de 1974 Richard Nixon fue el objetivo de uno de los intentos de asesinato más aparatosos dirigidos contra los inquilinos de la Casa Blanca. Samuel Byck, un desempleado, intentó secuestrar un avión para estrellarlo contra la residencia presidencial. Antes de suicidarse al ser acorralado, le dio tiempo a matar a un policía y a uno de los pilotos del avión.
Gerald Ford es el único presidente norteamericano que ha sido el objetivo de un intento de asesinato perpetrado por una mujer. ¡Y por partida doble! El 5 de septiembre de 1975 Lynette Squeky Fromme, una seguidora de Charles Manson, le atacó en Sacramento con una Colt del 45. El agente del servicio secreto Larry Buendorf la redujo y fue condenada a cadena perpetua. En 2009, totalmente arrepentida, le dieron la libertad condicional. Solo tres semanas después de aquel atentado, en San Francisco, Sara Jane Moore erró sus dos disparos contra Ford con un revólver del calibre 38 al ser arrollada por Oliver Sipple, un exmarine que estaba entre el público. Moore también fue condenada a cadena perpetua y fue liberada en 2007.
Abraham Lincoln y John F. Kennedy sufrieron más tentativas de atentado al margen de los que les costó la vida. William Howard Taft, Herbert Hoover, Jimmy Carter, George Bush, Bill Clinton, George W. Bush y el propio Barack Obama han sido también objetivos de diferentes conspiraciones e intentos de asesinato, pero todos ellos consiguieron sobrevivir al lado más oscuro de su cargo. Gajes del oficio.