Mira los moros lo que estáis haciendo”. Se lo han dicho en el colegio a las amistades de Hajar Samadi y ella, una joven marroquí afincada desde hace 26 años en Eibar, no termina de entenderlo. “Dos franceses cometen un atentado en París y aquí, en el País Vasco, te dicen eso. Pero qué moros ni qué nada, si eran huérfanos, educados en la escuela pública francesa. Pues que Francia se responsabilice de quien ha criado. ¿Nosotros qué tenemos que ver?”, pregunta indignada. El reguero de sangre que tiñó la semana pasada la capital gala parece haber salpicado, por su autoría yihadista, a la comunidad musulmana. “Estoy muy enfadada. Primero, porque son barbaridades totalmente denunciables y condenables que no se deberían hacer y, segundo, porque se nos está preguntando y pidiendo explicaciones por algo que nos es ajeno”, subraya. Al igual que ella, otros dos musulmanes nacidos en Euskadi manifiestan con lemas de su puño y letra su postura y reivindicaciones.

“Somos las víctimas, no los responsables”

Dice Hajar Samadi que eso de vincular islam y terrorismo es tan viejo como el 11-S y que los vascos han sufrido algo similar en sus propias carnes. “Apoyar la independencia no significa ser terrorista. Pues esto es lo mismo”, afirma y responsabiliza, en parte, a los medios de comunicación. “Cuando aquel hombre mató a dos mujeres en Bilbao, ¿se le exigió a la comunidad shaolín condenar? La prensa se cuidó muy bien de decir que era un falso shaolín. A ver cuándo hacen lo mismo con los musulmanes. Lo digo porque hay periódicos que parece que tenían preparados artículos islamófobos al día siguiente”.

Los ataques de París, las ejecuciones retransmitidas públicamente por el Estado Islámico... Invoquen a quien invoquen, se llamen como se llamen, Hajar no se da por aludida. “Esas personas con nombre y apellidos se responsabilizarán de esos delitos. Los musulmanes no somos los responsables, somos víctimas doblemente por las atrocidades que están sufriendo diferentes países musulmanes y por la islamofobia”, lamenta y anima a quien tenga dudas al respecto a leer su libro sagrado. “Quien quiera puede abrirlo para ver realmente lo que dice la prensa y lo que dice el Corán”.

Convencida de que detrás de estos trágicos episodios “hay sucia política internacional, que no tiene nada que ver con la religión”, Hajar considera “ridículo” que se cometa un atentado por unas caricaturas con las que ella ni siquiera se identifica. “No se tiene que atentar por nada y menos por una pintura. Esas representaciones no tienen nada que ver con el islam y yo soy de las personas que las ignoran. En cualquier caso, las que se sientan ofendidas pueden denunciarlo por las vías legales”, les conmina. Mucho más crítica se muestra con la portada de Charlie Hebdo en la que un manifestante musulmán trata de frenar en vano con el Corán las balas del ejército egipcio. “¿Eso es libertad de expresión o una burla hacia los 149 manifestantes que fueron fusilados por la dictadura egipcia y sus familias? Eso sí que me ofende. Respetamos la libertad de expresión y, además, hay que fomentarla, pero no a base de herir sensibilidades y de burlarse de otras personas”, censura.

Trabajadora social, Hajar preside la Asociación de mujeres musulmanas Bidaya, estudia en la Uned y está perfectamente integrada en Euskadi. “No tengo ningún problema de convivencia. La gente me entiende y me apoya”, asegura. No obstante, es consciente de que “ciertos sectores ultraderechistas” no miran a las personas originarias de otros países con buenos ojos. “En campaña electoral es normal. Hace cuatro años el anterior a Maroto también dijo no sé qué barbaridad contra los inmigrantes. Allá ellos con su discurso y nosotros con el nuestro. La realidad y la convivencia nos darán la razón”.

“El dolor es real, lo demás hay que ponerlo en solfa”

A Abdul Haqq Salaberria no le termina de cuadrar que dos yihadistas ya fichados por la Policía se pasearan en coche con un kalashnikov por todo París y atentaran contra personas que disponían de protección policial. “Personalmente, me horroriza. Profesionalmente, creo que se manipulan los hechos tanto por los medios como por las fuerzas que nos gobiernan. Ellos están muertos, así que ya no nos pueden decir cómo han conseguido las armas o quién les ha pagado”, señala y recuerda que la obligación de los periodistas es cuestionar la versión oficial, “cosa que no se ha hecho”. “El dolor de las víctimas es real y la solidaridad de la buena gente también, pero todo lo demás hay que ponerlo en solfa. Que haya personas solitarias capaces de hacer daño, efectivamente, en todas las sociedades, pero que eso obedezca a una organización meditada con objetivos concretos, permítame que lo dude muchísimo, salvo que sea algo que se cuece en otros fogones”, reflexiona este donostiarra converso al islam y delegado en Euskadi de la “Fundación European Muslim Union

Aunque con estos dramáticos sucesos la imagen de los musulmanes resulta dañada, Abdul Haqq considera que ni siquiera es ese el fin de la “manipulación”. “Simplemente hace falta justificar acciones militares en países extranjeros en los cuales nos jugamos el futuro económico. Esa es la clave. Sigue la pista del dinero y encontrarás explicación a casi todo. Es decir, hace falta gastarse un pastizal para mantener una intervención militar permanente en ciertos lugares donde hay que defender pozos de petróleo, oleoductos o minas de cobalto y para eso necesitan convencer a la gente de que estamos allí defendiendo unos valores, no defendiendo el negocio. Hoy nos ha tocado a los musulmanes, pero mañana le tocará a otro”, aventura este periodista, al que tampoco le ofenden las polémicas caricaturas de Mahoma. “Soy occidental, entiendo este tipo de humor y además lo veo necesario. Los de Charlie nos hacen un favor a todos porque son el dedo en la llaga y eso es muy bueno para la democracia”, reconoce.

“Que se vayan a su casa, que nos dejen en paz, que se integren” son algunos de los comentarios sobre los musulmanes que llegan a menudo a oídos de Abdul Haqq. “Eso es falta de cultura, de información, intentar encontrar siempre un chivo expiatorio de lo que nos pasa, pero no me sorprende. Lo que me sorprende es el bajo nivel de reacción extremista que existe en este país, probablemente porque la extrema derecha está desactivada. En Francia, por ejemplo, supongo que habrá más consecuencias de todo lo que ha pasado, incluso políticas, con el tema del Frente Nacional”, intuye.

Con todo, como musulmán, se siente permanentemente en el punto de mira. “Tienes que andar dando explicaciones: Soy musulmán, pero soy liberal, no soy marroquí, mi mujer no lleva burca... Tengo que explicar cómo trato a mi mujer porque estoy bajo sospecha. Tengo que decir que es ella la que corta el bacalao, como en casi todas las familias vascas”, relata. En Euskadi, añade, la mayoría de los musulmanes son “gente trabajadora” y no cree que haya redes de captación. “Nunca ha oído un llamamiento a la yihad en las mezquitas. Saben que están vigilados y, además, nosotros tenemos una autocensura. Si hay un imán que dice barbaridades, le botamos en dos minutos. El mayor problema que tenemos es que hay un grupo de menores que a veces se dedica al trapicheo”, confiesa y se despide con un deseo que torna la conversación a sus inicios. “Me gustaría saber la verdad de lo ocurrido en París porque no la sabemos. Lo que sí sabemos es el dolor que produce esto tanto a la comunidad musulmana como a las víctimas”.

“Es un golpe de Estado en Europa occidental”

“Conmoción, pena y escepticismo”. Estas son las palabras de las que echa mano Othman Alfredo Gómez, musulmán desde hace más de una década, para describir cómo han vivido en su comunidad los acontecimientos de la semana pasada en París. “Desde mi perspectiva de sociólogo, veo que lo que ha ocurrido es una especie de golpe de Estado en Europa occidental, una puesta en escena de una situación de conflicto internacional queriendo dibujar una especie de choque de civilizaciones y de comunidades interétnicas e interreligiosas fuera de contexto y que parece ser que apunta hacia una reducción drástica de los derechos civiles de las personas y no solo de las que vayan a residir o a viajar hacia Europa, sino también de los mismos ciudadanos europeos”, expone. De hecho, afirma, “en la manifestación que se dio en París parecía que había un toque de corneta, como una especie de inauguración de un nuevo orden mundial y algunos indicadores que nos expresan que hay algo más”. Por ejemplo, “el hecho de que el presidente del Estado sionista Netanyahu estuviera presente como líder mundial dentro de la Plaza de la República, en un símbolo del Estado francés, rodeado de dirigentes políticos de diferentes tendencias y estados, da que pensar que hay un intento, por un lado, de salvar la política occidental en el norte de África, en Oriente Medio y en Asia central y, por otra parte, de legitimar el colapso como estado del Estado de Israel”.

A juicio de Othman, igual que Tejero, también los “señores que salen ahí como los grandes asesinos son marionetas. Los que están mandando personas a determinados contextos internacionales a pelear son los estamentos y algunos de ellos oficiales. La OTAN es la que más sabe de todo esto”, asegura y advierte que “este panorama que se ha abierto a nivel internacional y este toque de queda que se ha establecido en París para los líderes occidentales ha abierto la puerta a la xenofobia, al odio contra determinadas etnias y religiones, y la única manera de luchar contra ello es reivindicar las relaciones en pie de igualdad y respeto entre las personas”.