WASHINGTON. El fin del programa de rescate de 78.000 millones de euros, de tres años de duración, pactado con la "troika" -Fondo Monetario Internacional (FMI), Banco Central Europeo y Comisión Europea-, supone la segunda salida del trío de economías de la periferia del euro que se vieron abocadas a solicitar un préstamo internacional para evitar la bancarrota en plena crisis de la deuda.

Hay datos para el moderado optimismo. El Fondo elevó recientemente sus previsiones para el crecimiento de la economía portuguesa en 2014, que situó en 1,2 %; el déficit fiscal se ha reducido a la mitad, en torno al 4,9 % del PIB, y ha realizado una exitosa primera emisión de bonos tras el rescate.

Y basado en esos datos, el primer ministro portugués, Pedro Passos Coelho, se apresuró a anunciar el 4 de mayo una "salida limpia", es decir, sin una línea de crédito preventiva, y señaló que con ella Portugal "reconquista" su "autonomía".

Pero los datos negativos también persisten. La tasa de desempleo se encuentra por encima del 15 %, los salarios de los funcionarios han caído más de un 10 %, y la deuda de Portugal se encuentra actualmente en el 129 % del Producto Interior Bruto (PIB), frente al 93 % que registraba al comienzo del programa.

Por ello, Jacob Kirkegaard, investigador del Peterson Institute, explicó a Efe que Portugal se ubica "en algún lugar intermedio (entre Dublín y Atenas), pero más cerca de Irlanda que de Grecia, ya que aunque Portugal comparte muchos de los problemas económicos estructurales de Grecia, ha llevado a cabo una buena implementación del programa como Irlanda".

Irlanda, considerada el rescate más "sencillo" del trío, finalizó su programa de asistencia en diciembre de 2013.

Por su parte, Grecia tuvo que pedir un segundo rescate en 2011 después de que el primero de 2010 resultase insuficiente y enfrenta todavía una enorme incertidumbre sobre el desenlace.

En el caso de Portugal, y desde el propio Fondo, no se ocultan ni los riesgos ni el largo recorrido que aún resta por delante.

Al otorgar el último tramo de la asistencia financiera, a comienzos de mayo, el "número dos" del FMI, David Lipton, reconoció los progresos en materia fiscal de Lisboa, pero recalcó que se "debe avanzar aún más en la reforma de las pensiones y la administración pública" y que los "esfuerzos de consolidación deben mantenerse".

Sin embargo, lo que es cierto es que dado que la "troika" dejará de realizar revisiones periódicas de la economía portuguesa, las autoridades tendrán algo más de margen de maniobra.

En este sentido, el "número dos" del Ejecutivo, Paulo Portas, dijo la pasada semana que de este modo Lisboa "dejará de tener la obligación de negociar sus leyes, línea a línea, con los acreedores".

Pese a los buenos augurios del ejecutivo de Passos Coelho, la realidad sigue tozuda y el más reciente indicador económico ha devuelto las sombras sobre la frágil situación.

En el primer trimestre del año, la economía portuguesa sufrió una caída del 0,7 %, en contraste con las proyecciones de los analistas, que esperaban una leve mejoría.

"Este descenso, si persiste en los próximos dos trimestres subrayará que fue una decisión arriesgada optar por la salida limpia del programa, ya que la confianza de los mercados financieros puede cambiar rápidamente", advirtió Kirkegaard.