Manar no consigue conciliar el sueño desde hace meses. Esta siria afincada en Euskadi desde hace 25 años vive en un constante estado de ansiedad desde que estalló la guerra en su país, donde viven siete de sus once hermanos con sus familias. Manar, nombre ficticio de esta mujer que desea mantener el anonimato por miedo, no se despega de la televisión, consume noticias a un ritmo frenético y su intranquilidad va en aumento a medida que conoce una nueva atrocidad. Desapariciones, asesinatos, torturas, hambruna... Manar no comprende la inacción de la comunidad internacional. "Eso le está pasando a mi familia", exclama.
Pero además del propio drama de la guerra, de la muerte, el miedo, la destrucción, Manar conoce bien el doble sufrimiento de millones de mujeres sirias, víctimas de acoso y de abusos sexuales tanto en Siria como en los países vecinos donde se han refugiado de la barbarie. Como ha ocurrido en el pasado en otros conflictos armados, la violación se ha convertido en un arma de guerra en el país árabe. "Hay tantas mujeres violadas... muchas se han quedado embarazadas. En algunos casos, las matan sus propias familias por deshonor", relata Manar, quien describe infinidad de situaciones de abuso. "En los puestos de control del Gobierno, que los hay por todas partes, es habitual que desaparezcan mujeres. Una prima mía estuvo desaparecida dos meses después de que le pararan en un control cuando regresaba a casa de la universidad. Tuvo suerte de que la dejaran irse. A una pareja que iba al Líbano, al marido le dijeron que siguiera pero que dejara allí a su mujer, que era muy guapa. ¿Y qué haces? A algunas mujeres las han encontrado muertas", cuenta.
Hace un año, la organización estadounidense Women Under Siege denunció que la violación era un arma sistemática desde el estallido del conflicto en marzo de 2011. Según su investigación, el 74% de las agresiones contra mujeres eran responsabilidad del Ejército o las milicias del régimen (las shabiha). Women Under Siege también denunció violaciones masculinas y aseguró que siete de cada diez tenían lugar en los centros de detención. En el caso de las mujeres, la mayoría se cometían en las propias casas y ante los familiares.
Países vecinos Y el drama no termina cuando cruzan la frontera siria en dirección a otro país, como han documentado Human Rights Watch y algunos medios de comunicación internacionales como The Guardian. Según el diario británico, fuera de la zona de conflicto, en los extensos y saturados campos de refugiados o centros de acogida de los países vecinos, se ha registrado un alto número de incidentes de violencia machista y explotación sexual.
La doctora Manal Tahtamouri, directora del Instituto para la Salud de la Familia en el campo jordano de Zaatari, explica que la mayoría de las mujeres no va admitir haber sido violada. "Esta es una zona conservadora, si has sido violada no puedes hablar de ello porque serás estigmatizada para el resto de tu vida. El fenómeno es infinitamente mayor de lo que se conoce", asegura al diario. En este campo de refugiados, que acoge a más de 100.000 sirios, hay incluso pandillas de jóvenes que se dedican a acosar a las mujeres.
En Líbano, según HRW, las mujeres refugiadas sirias están siendo agredidas sexualmente por sus empleadores, los propietarios de las viviendas que alquilan e incluso por miembros de organizaciones religiosas que distribuyen ayuda en el país. "El Gobierno y los organismos de asistencia deben abrir los ojos a la realidad del acoso y la explotación sexual de estas refugiadas vulnerables", pedía hace unos meses la organización.
HRW relató varias historias, entre ellas la de Hala, una mujer de 53 años de Damasco, registrada como refugiada ante ACNUR. Su marido está detenido en Siria y Hala limpiaba casas en un suburbio de Beirut para sobrevivir y mantener a sus cuatro hijos. Sin embargo, en nueve de los diez hogares en los que había trabajado había sufrido acoso o intento de explotación sexual. Según HRW, los empleadores intentaron tocarla, la presionaron para mantener relaciones sexuales u obligarla a entregar en matrimonio a su hija de 16 años. Hala rechaza ahora las ofertas de trabajo y depende de la ayuda que le brinda una iglesia.
Otra víctima es Zahra, una joven de 25 años originaria de Homs, que fue acosada sexualmente por los tres propietarios de comercios en los que había estado empleada; uno de ellos llegó incluso a agredirla. Al final sufrió una depresión y dejó de trabajar, lo que dejó a su familia sin el único ingreso para pagar el alquiler mensual de su vivienda, de 300 euros. Según cuenta HRW, Zahra informó de uno de los incidentes a una trabajadora social de ACNUR, que la consoló pero le dijo que no había nada que pudiera hacer.
caso omiso de las autoridades En muchos casos, las víctimas de los abusos no se atreven a denunciar por miedo al estigma; sin embargo, en otros muchos, las autoridades hacen caso omiso. Manar lo ratifica: "Tengo una sobrina en Líbano a la que su marido le dio una paliza de muerte. Fue a denunciar y la policía le dijo: 'Mira, hoy es viernes, vente mejor mañana'. El marido quiere matarla y la policía no ha hecho nada. También fue a contarles su historia a los de ACNUR, ¿qué han hecho?".
Según Manar, los abusos incluyen el tráfico de mujeres. "En la frontera con Jordania hay catálogos con niñas de 11 años, de 14, a 400 dólares, para quien quiera una esposa. Y al hablar de esposa me refiero a mujeres que luego terminarán ejerciendo la prostitución en Jordania o Líbano", explica. Según The Guardian, muchos hombres, saudíes en su mayoría, llegan a los campos de refugiados en busca de niñas y mujeres. Y relata el caso de un padre que aceptó unos 6.000 euros por su hija de 15 años. El saudí la llevó a un piso unos meses, durante los que abusó de ella, y después regresó a su país.
Manar está desesperada. Sufre por la situación de su familia, por los jóvenes que caen en manos del régimen y las mujeres víctimas del abuso sexual. "En el este, donde están los extremistas, han impuesto la sharia, han vuelto a la Edad Media. Hacen y deshacen a su aire porque no hay ley, se está perdiendo el país. ¿Quién ha permitido esto?", pregunta.
Arma de guerra. La ONU ha denunciado agresiones sexuales sistemáticas en el marco de la guerra por parte de los diferentes actores en el conflicto. Según una organización especializada estadounidense, el 74% de las violaciones son responsabilidad de miembros de Ejército o de las milicias paramilitares.
En las fronteras. La vulnerabilidad de las mujeres que tratan de huir de Siria es extrema. El tráfico de mujeres y la explotación sexual está a la orden del día.
En los campos de refugiados. Muchos hombres, sobre todo saudíes, acuden a los campos de refugiados con la intención de "comprar" menores de edad sirias para abusar de ellas durante un tiempo. En los campos de refugiados, los matrimonios de mujeres menores con hombres adultos son también habituales.
En los países vecinos. El acoso y los abusos tanto en los campos de refugiados como en los barrios donde se asientan los refugiados es sistemático. Los acosadores son los arrendadores de las viviendas, los empleadores, grupos de jóvenes...