Kiev es el corazón de una nueva resistencia pacífica contra el mismo presidente, Viktor Yanukovich
Los termómetros bajo cero no retraen a los miles de manifestantes contra las autoridades ucranianas
Arturo Escarda
kiev. Ni las temperaturas gélidas, ni las amenazas veladas del Gobierno ni las malas noticias llegadas del Parlamento enfriaron los ánimos de los manifestantes ucranianos concentrados desde hace días en la céntrica Plaza de la Independencia de Kiev, rebautizada como la Euromaidan (europlaza).
Un sol resplandeciente atenuó el frío durante una nueva jornada de las protestas populares en el centro de la capital ucraniana, mientras en la Rada Suprema (Parlamento) el Gobierno del primer ministro ucraniano, Nikolai Azarov, superaba una moción de censura.
El Euromaidan (maidán es plaza en ucraniano), como se conoce a la protesta indefinida que se ha instalado desde la pasada semana en la Plaza de la Independencia de Kiev, y que ha cristalizado en un movimiento de masas aparentemente espontáneo, no piensa marcharse de las calles. "No nos iremos de aquí hasta que el tirano de (el presidente, Viktor) Yanukovich deje el poder. La mayoría de los que estamos aquí somos estudiantes y tenemos todo el tiempo del mundo", dijo un joven manifestante que prefirió guardar el anonimato.
Los más idealistas salieron a las calles porque quieren estar en Europa, y exigen la dimisión del presidente ahora que creen que le ha dado la espalda a la UE al negarse a firmar el Acuerdo de Asociación, un documento en el que muchos vieron una puerta que se abría por el oeste y otra que se cerraba por el este.
Otros, como Vasili, decidieron dejar el calor de sus casas después del violento desalojo de la plaza en la madrugada del pasado sábado, cuando la policía antidisturbios irrumpió en un campamento montado en ella y barrió a palos a la gente que pasaba allí la noche, la mayoría jóvenes. "Pegan a nuestros hijos, esto ya no lo podemos permitir", asegura Vasili, quien no duda en decir que "todo Kiev apoya esta revolución".
La ciudad se organiza para resistir con el vivo recuerdo de la Revolución Naranja de hace diez años, cuando tres semanas de concentración pacífica en la misma Plaza de la Independencia lograron forzar la convocatoria de nuevas elecciones después de que el propio Yanukovich ganara unos comicios denunciados como fraudulentos por la oposición.