washington. El acuerdo provisional alcanzado en Ginebra por el G5+1 sobre la limitación del programa nuclear de Irán supone una victoria para el presidente estadounidense, Barack Obama, aunque tendrá que enfrentarse a la oposición de un aliado clave como es Israel y al escepticismo de muchos congresistas. Obama consideró que se trata de "un gran acuerdo" que "hará el mundo más seguro", pero advirtió de que "sólo se trata de un primer paso". El presidente estadounidense enfatizó que la paralización durante seis meses del programa nuclear iraní es "un éxito diplomático" y recalcó que a través de él se ha conseguido que, por primera vez en una década, Irán pare su desarrollo. "Desde que asumí el cargo, he dejado clara mi determinación para impedir que Irán obtenga un arma nuclear. Como he dicho muchas veces, mi gran preferencia es resolver este asunto pacíficamente, y hemos extendido la mano de la diplomacia", apuntó el presidente desde la Casa Blanca.
Para ello, Obama se ha ayudado de las sanciones económicas que han asfixiado paulatinamente al régimen de Teherán, provocando un cambio de presidente y abriendo "una puerta para que emergiera la diplomacia". El éxito de las conversaciones supone un espaldarazo para Obama en materia de política exterior, precisamente en uno de los momentos más bajos de su presidencia en el plano interno.
Sin embargo, la apertura de Washington a Irán abre una amplia serie de interrogantes sobre el futuro de la implicación de EEUU en el movedizo tablero de Oriente Medio. Obama ha reiterado que, después de una década de conflictos en Afganistán e Irak, los estadounidenses están "hartos" de guerras y, aunque hace muy pocos meses pareció dispuesto a recurrir a la fuerza para obligar al régimen sirio a renunciar a su armamento químico, muchos observadores temen que EEUU haya decidido ya retirarse progresivamente de la zona y lo ocurrido en Ginebra sea un anuncio de ello.
gran enojo El entendimiento con Teherán deja a dos aliados clave en la región -Israel y Arabia Saudí-, en una situación completamente nueva, y altera lo que había sido hasta ahora la relación de fuerzas en el gran conflicto regional entre suníes y chiíes, una rivalidad que tiene ramificaciones sangrientas en Irak, Siria, el Líbano y Bahrein, entre otros focos de tensión. Las primeras reacciones israelíes fueron muy negativas, pese a que Israel fue informado con premura sobre el contenido del acuerdo, mientras que Obama se apresuró a reiterar a su aliado que en caso de incumplimiento por parte del régimen islámico, Estados Unidos revocaría toda ayuda e impondría nuevas sanciones.
Obama insistió en que el texto consensuado implica "importantes limitaciones que ayudarán a prevenir que Irán construya un arma nuclear". "En pocas palabras, hemos cortado los caminos más probables de Irán hacia una bomba. Mientras tanto, este primer paso crea el tiempo y el espacio durante los próximos seis meses para más negociaciones que aborden plenamente nuestras preocupaciones sobre el programa iraní", explicó el presidente, quien también dijo comprender el escepticismo israelí y de otros aliados del Golfo.
La reacción israelí indica, no obstante, que la desconfianza del Gobierno israelí respecto a la política de Obama ha alcanzado su punto culminante. Israel considera un peligro que Occidente acepte un Irán con capacidad para enriquecer uranio, aunque sea de manera limitada. También es este hecho el más criticado por algunos congresistas republicanos en Washington, quienes consideran que el riesgo aumenta al permitir ese material dentro de las fronteras iraníes, y amenazan con votar antes de fin de año más sanciones a Teherán.