washington. Estados Unidos tiene una semana para lograr un acuerdo que permita elevar el techo de la deuda y evitar así una suspensión de pagos, cuyas consecuencias serían catastróficas para la economía mundial, según advirtió ayer el Fondo Monetario Internacional (FMI). "El fracaso de las negociaciones para incrementar sin demora el tope de endeudamiento, que se traduciría en un incumplimiento de los pagos, podría dañar seriamente la economía mundial", aseguró ayer el economista jefe del organismo, Olivier Blancard, al presentar las Perspectivas de la Economía Mundial.

La fecha clave es el 17 de octubre, cuando termina el plazo para aumentar el techo de la deuda, actualmente en 16,7 billones de dólares. A partir de ese momento, Estados Unidos dispondrá solo de 30.000 millones y entraría en suspensión de pagos. Es decir, que no podría hacer frente a a sus gastos y afectaría a todas las partidas: servicios sociales, gastos de defensa o los pagos de los intereses de su deuda. A la suspensión de pagos podría seguir, según los expertos, una rebaja casi inmediata de la calificación de bonos de Estados Unidos. Según el FMI, esta situación echaría por tierra la incipiente recuperación económica del país y afectaría al resto del mundo.

La inquietud aumenta a medida que se acerca la fecha, en medio, además, del encono entre demócratas y republicanos, cuya falta de consenso sobre los presupuestos ha llevado a la paralización parcial del Gobierno estadounidense, que ayer cumplía su octavo día de cierre. El presidente, Barack Obama, volvió a culpar ayer a los republicanos del bloqueo político que puede llevar al país a la primera suspensión de pagos de su historia.

catástrofe "Nadie en el pasado ha amenazado nunca con no aumentar el techo de deuda hasta los últimos dos años", se quejó Obama. El mandatario alertó de las "catastróficas" consecuencias de una suspensión de pagos si el Congreso no aumenta a tiempo el techo de deuda y anunció que está contemplando "todas las contingencias" en caso de incurrir técnicamente en suspensión de pagos, algo que será siempre "la peor" de la opciones.

Asimismo, Obama advirtió de que no tiene "conejos en la chistera" para salir de la paralización administrativa sin recurrir al procedimiento legislativo, que obliga a un acuerdo en el Congreso entre republicanos y demócratas. El mandatario se quejó de que los republicanos utilizan la amenaza de recesión para suspender la reforma sanitaria, que ya se ha puesto en marcha. "No podemos permitir a elementos extremistas del partido republicano lanzar amenazas contra nuestra economía. No podemos hacer de la extorsión una rutina parte de nuestra democracia", zanjó.

El lunes, la Casa Blanca se mostró por primera vez abierta a aceptar que el Congreso apruebe un aumento temporal, de unas pocas semanas, del techo de la deuda pública. Mientras, los demócratas en el Senado comenzaron a trabajar para intentar a aprobar esta semana una medida que busca elevar el techo, probablemente hasta las elecciones legislativas de finales de 2014. El secretario del Tesoro, Jack Lew, comparecerá mañana en una audiencia ante el Comité de Finanzas del Senado para intentar convencer a los legisladores de la urgencia de elevar ese techo de la deuda. Obama reiteró el lunes que está dispuesto a negociar sobre cualquier aspecto del presupuesto federal con los republicanos, pero no bajo la amenaza de la suspensión de pagos y siempre que se reabra primero la Administración.

"No vamos a negociar bajo la amenaza de causar un daño mayor a nuestra economía y las familias de clase media. No vamos a negociar bajo la amenaza de una paralización prolongada hasta que los republicanos obtengan el cien por cien de lo que quieren", manifestó durante una visita a la Agencia Federal para la Gestión de Emergencias (Fema).

El presidente volvió a solicitar al presidente de la Cámara de Representantes, el republicanos John Boehner, que someta a voto un proyecto de ley para una financiación temporal del Gobierno sin condiciones. La estrategia de los republicanos, que controlan la Cámara de Representantes, es intentar aprobar una serie de leyes para financiar a algunos programas y departamentos de la Administración, algo que los demócratas y la Casa Blanca rechazan porque lo consideran una reapertura del Gobierno "a trozos".

EL FMI, optimista Aunque la fecha se aproxima sin que haya, por el momento, señales claras de que republicanos y demócratas en el Congreso puedan hallar una solución al menos de compromiso, el FMI aseguró ayer que aún confía en que se alcance una salida. Aun así, el organismo no puede evitar mostrar su preocupación. "Si hubiese algún problema en poder quitar el tope de la deuda, podría muy bien suceder que lo que ahora es recuperación se convierta en una recesión o aún peor", advirtió Blanchard. Las "enormes consecuencias" de este problema, insistió, serían extensas. "No solo descarrilaría la recuperación de la economía de Estados Unidos -de la que tantos países depende directa o indirectamente- sino que tendría trastornos potencialmente altísimos en los mercados financieros de todo el mundo", recalcó.

No es la primera vez que el FMI apremia a Washington para que resuelva esta amenaza. La semana pasada, la propia directora gerente del FMI, Christine Lagarde, pidió a Estados Unidos a actuar "lo antes posible" en este tema de consecuencias de alcance global. "El cierre del Gobierno es ya de por sí malo, pero un fracaso a la hora de elevar el techo de la deuda sería mucho peor y podría dañar gravemente no sólo la economía estadounidense, sino toda la economía global", manifestó Lagarde en la Universidad George Washington.

Los servicios no esenciales del Gobierno están cerrados desde el 1 de octubre debido a que republicanos y demócratas no llegaron a un acuerdo en el Senado y la Cámara de Representantes para aprobar un presupuesto para el nuevo año fiscal, ni siquiera de forma temporal. "Si bien el daño para la economía estadounidense probablemente sea limitado si el cierre administrativo es breve, podría resultar bastante perjudicial si se prolonga", destaca el FMI en su nuevo informe. Blanchard indica en un texto que acompaña el informe que "el secuestro del gasto representa una mala manera de llevar a cabo la consolidación". "Los conflictos en torno al aumento del tope de la deuda podrían conducir a un nuevo episodio de incertidumbre desestabilizante y a una contracción del crecimiento", concluye.