derrocado Sadam Husein, el caos. Ese es el principal legado, prácticamente la única herencia, que dejó el ahorcamiento del dictador iraquí después de la invasión de EEUU, impulsada por el trampolín de la falicia sobre las armas de destrucción masiva, hace diez años. "La situación de Siria se asemeja mucho a la del Irak actual, donde reina el caos. Siria guarda muchas similitudes con el Irak del después de Sadam", analiza Waleed Saleh, profesor del departamento de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid.

De origen iraquí, el profesor equipara el paisaje que refleja el espejo de Irak, su violenta anarquía, donde se suceden los atentados, con los retales sangrientos que cosen la guerra civil en Siria. Un conflicto que late desde marzo 2011, cuando se produjeron las primeras revueltas, que inmediatamente se anexionaron desde Occidente a otro capítulo más de la Primavera Árabe.

"Lo que nació siendo una protesta con carga ideológica, es ahora una mezcla de milicias de todo tipo contra el régimen criminal de Al Asad", disecciona Waleed Saleh. "El peso de la oposición que hubo al principio de la protestas, alrededor de distintas ideologías y partidos, ha quedado marginado y se han impuesto las milicias, que solo tienen en común ir contra Bhasar Al Asad", añade el profesor que subraya que es "complicado saber cuál será la deriva de Siria" tras del ataque de EEUU.

La radicalidad manda en Siria mientras la población civil acumula sufrimiento y muerte. La resistencia Al Asad es una amalgama en la que convergen distintas raíces étnicas y confesionales. "Están los kurdos del norte, las milicias chiíes, yihadistas, terroristas de Al Qaeda... algo que no sucedía al comienzo y que hace muy complicada una apuesta real por el cambio de gobierno", describe el analista, convencido de que "una intervención internacional" en el estallido del conflicto hubiese posibilidado un futuro distinto. "Si se hubiese apoyado a la oposición cuando todo comenzó, la situación sería distinta, pero se dejó pasar la oportunidad y ahora no se sabe qué puede pasar. El régimen de Al Asad ha matado durante más de 2 años a más de 100.000 personas y nadie ha hecho nada", critica Waleed Saleh.

El castigo llega tarde para el profesor porque el tablero se ha convertido en un infierno que pertenece a las armas, a una guerra abierta en canal que puede expandirse a países vecinos."Veremos cuál es la posición de Al Asad en el futuro". El docente no espera ningún milagro ni rebelión en Siria, un avispero, agitado más si cabe por el empleo de armas químicas por parte el régimen de Al Asad. "Era algo que se podía esperar sabiendo que no deja de ser un dictador que quiere mantener el poder a cualquier precio", desgrana Saleh, que enmarca la respuesta de Estados Unidos en "la protección de sus intereses geoestratégicos".

seguridad, ante todo Sostiene Walleed Saleh que en los cálculos de la potencias occidentales en las regiones árabes "Occidente siempre ha antepuesto la seguridad y el orden a los derechos humanos de las personas en sus intervenciones en Oriente Medio. Nunca han dicho nada de Arabia Saudí, que tampoco es una democracia". El eslogan de la democracia que siempre se adueña de los grandes discursos y las líneas rojas que trazó Obama para dar cobertura a la intervención de EEUU en Siria, el uso de agentes químicos contra la población civil, también estuvieron presentes en la guerra entre Irak e Irán. "De hecho, Irak empleó armas químicas contra Irán en su guerra y Estados Unidos no hizo nada. Entonces Sadam era su aliado y no le interasaba intervenir".

También lo era Al Asad, "un siniestro criminal", pero "muy cómodo para EEUU durante años", matiza el profesor, convencido de que la administración norteamericana "prefiere una dictadura militar a una dictadura religiosa". Egipto, donde los militares derrocaron al presidente electo, Mursi, líder de los Hermanos Musulmanes, es el paradigma de esa idea de la política exterior norteamericana, que no quiere reproducir el esquema de Irak, perfilado como todos contra todos. "Occidente, ante todo, quiere orden en la zona. Con eso y sus intereses geoestratégicos les vale". "Se habla mucho de la pertencia a la minoría alahuí de Al Asad para hablar de una guerra confesional, pero lo importante para Bashard, siempre ha sido el partido Baaz, no la religión. En eso también se parece a Sadam. Esta guerra no es confesional", subraya Aleed.

Descartada la capitulación de Al Asad, el concepto de sostener a un dictador maleable, capaz de mantener el orden en su país sin alterar la vida de vecinos como Israel, Turquía o Jordania, y sin generar demasiado malestar en Occidente, adquiere peso como salida al laberinto sirio. "No sé que ocurrirá pero creo que los ataques tienen como finalidad debilitar la capacidad militar del régimen sirio, no acabar con él. Estados Unidos no quiere derrocarle. Hay dos motivos para pensar en ello. Por un lado, nadie garantiza un líder del agrado de Occidente si la oposición llega al poder, y por el otro, es muy posible que sea más interesante para EEUU atemperar a Al Asad y disponer de un dictador más dócil que abrir paso al caos".