Medir la distancia. El consejo que acompaña a muchos boxeadores desde el rincón, es el lema que se impone en los pasillos del Pentágono para la intervención militar en Siria. El presidente estadounidense, Barack Obama, desea un ataque con control remoto, una campaña represiva que disminuya los arsenales militares de Al Asad. Obama, "al que le perturban y la traumatizan las bajas en el ejército norteamericano", sostenía en este diario Robert Matthews, asesor sobre la política exterior de Estados Unidos para Noref, suspira por una intervención quirúrgica escasamente invasiva, sin demasiada sangre y patrocina el concepto de librar la guerra, de atacar al enemigo, desde el joystick, como si la guerra fuera un videojuego.

Un ataque de castigo, limitado, es la opción preferente del gabinete de Obama, que desea una guerra con mando a distancia. El jefe del Estado Mayor Conjunto de EEUU, el general Martin Dempsey, diseccionó en una carta dirigida al senador Carl Levin a mediados del pasado mes de julio cuáles eran las posibilidades militares que manejaban las tropas estadounidenses para Siria, según recogió la BBC. El documento establece nítidamente que un ataque selectivo a gran distancia es la apuesta que realizan.

Estados Unidos, espantado por los ataúdes envueltos en las barras y estrellas que regresaron a sus cementerios desde distintos puntos cardinales en conflicto, no quiere repetir los errores tácticos del pasado, donde su ejército se vio expuesto y permeable en cuanto atravesó las fronteras por tierra. El cuerpo a cuerpo nunca ha sido una posibilidad para represaliar a Al Asad.

Experiencias recientes como las de Somalia y su blackhawk derribado, y las guerras inacabables de Afganistán o Irak han disuadido al Estado Mayor norteamericano de aventuras que contemplen una invasión terrestre en Siria, un territorio ingobernable, donde el régimen de Bashar Al Asad y los rebeldes luchan por cada palmo del terreno.

las opciones de obama Descartado cualquier despliegue de la infantería en la zona del conflicto, el bombardeo mediante incursiones áreas, tampoco es la opción preferida para los analistas de la administración norteamericana. Invadir el espacio aéreo sirio para lograr una zona de exclusión área no parece una solución real debido a que el sistema anti aéreo de defensa del ejército de Bashar Al Asad, prácticamente intacto a pesar de los cruentos combates que se están desarrollando en el país durante más de dos años, está muy bien equipado.

Las defensas antiaéreas sirias son tecnológicamente avanzadas debido a la aportación rusa, uno de los aliados naturales del régimen y que ha dotado de tecnología militar a Siria. El riesgo de una operación de esas características, estiman desde el Pentágono, es demasiado elevado porque para acabar con el sistema de defensa antiaéreo de manera eficaz no solo tendrían que hacerlo lanzando misiles a larga distancias sino que también conllevaría a combates aéreos entre ambas partes.

En esa obsesión por minimizar los daños propios, Estados Unidos y sus aliados concentrarán su enorme potencia de fuego en los misiles, concretamente en los tomahawk, un arma sofisticada, escalofriantemente efectiva y que puede ser lanzada sin correr riesgos desde los destructores que navegan a larga distancia de Siria. Estas armas, actores estelares en las dos guerras de Irak, poseen la capacidad de recorrer más de mil kilómetros antes de alcanzar sus objetivos.

Los misiles de crucero tomahawk pueden dispararse desde barcos y submarinos de la marina de EEUU, desplegada por el Mediterráneo y el Golfo Pérsico. El blanco de estos ataques con misiles teledirigidos serían, prioritariamente, las instalaciones militares vinculadas al régimen de Al Asad, así como plantas de producción de misiles, campos de aviación, estaciones de radar, torres de transmisión o cuarteles generales, según los analistas. Los expertos sostienen que la ofensiva contra instalaciones de producción de armas químicas debería realizarse con sumo cuidado puesto que la filtración de agentes tóxicos podría generar graves daños al entorno.

Si bien el propósito prioritario del Pentágono es dañar el arsenal armamentístico de Al Asad, debilitar militarmente al mandatario sirio en puntos estratégicos, desde el ejecutivo de Barack Obama también se persigue laminar las defensas antiaéreas y los centros de decisiones del ejército a modo de advertencia futura hacia al presidente sirio.

Para desarrolla el plan, Estados Unidos, ha desplazado a cuatro destructores (Ramage, Gravelly, Mahan y Barry) al Mediterráneo Oriental. Un submarino equipado con misiles de crucero acompaña a la citada flota. A su vez, en el Golfo Pérsico, el grupo de batalla de la portaaviones USS Harold también está en posición de ataque. En el Mar Arábigo navega el portaaviones Harry Truman USS Nimitz le acompaña en posición de combate. Además las bases áreas próximas a Siria, situadas en países como Turquía, Jordania, Kuwait... que gestiona Estados Unidos y en las que se concentra una gran capacidad área están listas para entrar en combate.

En ese enjambre bélico, Estado Unidos estaría estudiando la posibilidad de emplear los drones, aviones no tripulados, para realizar ataques selectivos. El uso de los drones es una seña de identidad de la administración Obama, que ha recuperado la idea de las guerras de baja intensidad en su mandato persuadido por las guerras de trincheras. La utilización de los aviones no tripulados para la lucha contra el terrorismo, como en Yemen o Afganistán, podría ver ampliado su radio de acción sobre el cielo Siria, si bien el peso del ataque recaerá en los misiles.

Con todo y a pesar del extraordinario movimiento de maquinaria bélica, la campaña de castigo alimentada por Estados Unidos, no busca ni la derrota ni el desalojo de Bashar Al Asad del poder, sino corroer la infraestructura de su poderío militar de cara al porvenir. Aunque el planteamiento de Estados Unidos difícilmente se desvíe de ese boceto inicial (no le conviene otro Irak), se desconoce cuál puede ser la reacción del dictador, que podría extender el conflicto por Medio Oriente atacando a Turquía, Jordania o Israel, también en alerta. Bashard Al Asad advirtió que está dispuesto a repeler cualquier agresión y que está decidido a defenderse en la guerra a distancia.