El Cairo. Los islamistas egipcios ya saben que tienen delante al poderoso aparato militar y policial del Estado, pero en su desafío se enfrentan también a la resistencia ciudadana de los autodenominados "comités populares", que ayer impidieron el inicio de varias marchas en El Cairo. Armados con palos y barras y con la aquiescencia de las fuerzas de seguridad, estas milicias urbanas toman a diario las calles de la capital poco antes de que caiga la noche y comience el toque de queda.
Pese a que los comités han actuado con el aparente consentimiento tácito de las autoridades, a última hora del domingo, el Ministerio del Interior advirtió contra su creación, ya que "algunas personas se aprovechan de ellos para cometer actos contra la ley".
En el mismo mensaje, Interior instó a todos los ciudadanos a que respeten el toque de queda para que las fuerzas de seguridad puedan llevar a cabo sus funciones. Sin embargo, el efecto intimidatorio de estos comités llevó a la cancelación de al menos dos de las nueve protestas convocadas ayer por los seguidores del depuesto presidente Mohamed Mursi en los barrios cairotas de Doki e Imbaba. Decenas de jóvenes instalaron vallas frente a la mezquita Asad bin Al Forat de Doki -conocida por los sermones de un jeque radical- para paralizar el tráfico, mientras inspeccionaban todos los vehículos que atravesaban la calle.
Cuando algún viajero de los minibuses o taxis despertaba sus sospechas -una barba larga dispara las alarmas-, los comités le hacían bajar del vehículo para ser registrado y, en algunos casos, acosado verbal y físicamente. Un grupo de jóvenes colgó a la entrada de la mezquita un cartel con la imagen de un oficial de policía muerto en la matanza llevada a cabo el viernes por radicales islamistas en la comisaría de Kerdasa. "Se llamaba Amel Abdel Maqsud y era el subcomisario. Vivía en el barrio, era un buen hombre, pero los islamistas lo asesinaron como a un perro. ¿Cómo íbamos a permitir que nos humillasen manifestándose aquí?", se pregunta Ali.
El ambiente, como en el resto de las calles de la capital, estaba enrarecido y se escuchaban disparos. Un joven que trabaja en este mismo barrio tiene claro que el vecindario apoya mayoritariamente al Ejército: "Muchos de quienes están aquí lloraron cuando cayó Hosni Mubarak. Ahora es su turno para la venganza". Ni siquiera la llegada de un furgón policial lleno de agentes antidisturbios que saludan al pasar altera la situación. Aquí y ahora, los comités populares tienen el mando.
La protesta de Doki no llegó ni siquiera a salir, ni rastro de los simpatizantes islamistas. Algo similar sucedió en el barrio popular de Imbaba, considerado un bastión islamista, donde también estaba prevista otra marcha, mientras que la coalición que apoya a Mursi suspendió su concentración en la plaza Roxy, del barrio de Heliópolis, en el este de El Cairo. Pese a ello, miles de partidarios de Mursi consiguieron marchar hacia la sede del Tribunal Constitucional, donde se ha desplegado un amplio dispositivo de seguridad.