ISLAMABAD. La definitoria frase se la dijeron hace un tiempo un grupo de jóvenes aldeanos paquistaníes a un asesor europeo de organizaciones internacionales en temas de género radicado en Islamabad.
"Cuándo les pregunté dónde estaba entonces el honor de las mujeres lo tuvieron claro: 'Ellas no tienen honor, solo vergüenza'", relata a Efe el asesor, que prefiere no ser identificado por la reticencia de algunos organismos a las críticas altisonantes.
Ese concepto viciado del honor es el que llevó a un joven de la localidad norteña de Chilás a matar a tiros hace unos días a su madrastra y a sus dos hermanastras de 17 y 20 años por haber mancillado la honra de su familia.
Las jóvenes cometieron el terrible crimen de salir a jugar bajo un aguacero en su aldea mientras un familiar grababa con un móvil un vídeo que luego fue visto por otros vecinos varones, algo al parecer imperdonable para su joven hermanastro.
"¿Cómo puede ser el honor de los hombres algo tan delicado, cómo puede quedar mancillado por el simple hecho de bailar o saltar bajo la lluvia?", se pregunta la veterana activista Fakhanda Aurangzeb, una de las responsables de la fundación local Aurat.
"Es muestra de una mentalidad enferma", sentencia.
"Los que yo llamo 'crímenes de deshonor' se deben a un atentado percibido por muchos hombres como una afrenta al colectivo, a valores profundamente arraigados que deben ser defendidos por encima de la vida de una simple mujer", considera el experto europeo.
La violencia de "honor", según alertan las fuentes consultadas, en ocasiones enmascara conflictos de herencias o propiedad habituales en las zonas rurales, pero eso no oculta el poco valor que tiene la vida de una mujer en muchas partes del país asiático.
Según los datos de la Comisión de Derechos Humanos de Pakistán (HRCP), 913 mujeres murieron el año pasado a manos de hombres (y a veces otras mujeres) que defendían el honor familiar.
Los expertos, sin embargo, advierten de que el número es probablemente mayor porque una gran cantidad de casos quedan ocultos, y también impunes, en el seno de las familias.
Buena parte de las víctimas, más de 600, fueron asesinadas tras ser acusadas, a menudo sin pruebas, de mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio, y casi 200 murieron por ser culpables de haberse casado sin el consentimiento familiar.
A eso hay que añadirle las mujeres asesinadas cada año -1.575 en 2011, según Aurat- en diferentes circunstancias, aunque en el fondo casi siempre se halla el trasfondo de conflicto moral.
Las organizaciones de defensa de las mujeres sitúan los suicidios femeninos (unos 700 el año pasado, según la HRCP) como violencia de género, ya que muchas prefieren quitarse la vida antes que afrontar la ira familiar ante una supuesta transgresión.
Los "crímenes de honor" y el desprecio hacia la vida de la mujer, considerada más un activo familiar que una persona sujeto de derechos básicos, son habituales en el sur de Asia, pero los expertos ven un agravante en Pakistán.
"A diferencia de otros países, aquí el Estado tiene componentes que legitiman la violencia contra mujeres", afirma el asesor europeo.
Este analista critica el sistema legal paralelo basado en la ley islámica que opera en Pakistán "con una interpretación del islam que llega a ser misógina" y añade como ejemplo un dictamen reciente del Consejo de Ideología Islámica (CII).
Este organismo, de carácter consultivo pero con mucho peso en el Ejecutivo y la judicatura, recomendó hace unas semanas que el ADN no sea tenido en cuenta como prueba principal en los juicios por violación.
Aunque en los últimos años se han aprobado diversas leyes de protección a las mujeres contra el acosos sexual, los ataques con ácido o la violencia de género, su aplicación real deja mucho que desear, en gran parte por desconocimiento de los agentes de la ley.
"Más del 90% de los jueces desconoce esos cambios legales", lamenta el asesor europeo, quien coincide con otros expertos en criticar también la actitud de la Policía, que oscila entre la ignorancia y la abierta oposición a las actuales normas.
El resultado es que, aunque crece lentamente, el número de denuncias sigue siendo bajo -sobre un 2 % de los casos según algunas estimaciones- , y las condenas son la excepción.
Los retos son incontables y la tendencia general no parece ser favorable para un cambio en la profunda discriminación que sufren las mujeres paquistaníes, en algunos casos con riesgo para sus vidas por el simple hecho de ser "depositarias del honor" de la sociedad.