río de janeiro. Sin dejar de evidenciar que las manifestaciones en Brasil van a la baja y los temas de protesta en las marchas han adquirido una debilidad, el gobierno se ha sentido aludido y ha propiciado actos públicos para anunciar reformas. En la propuesta del plebiscito popular que quiere llevar a cabo el gobierno, la presidenta Dilma Rousseff anunció cinco pactos entre ellos la reforma para una estabilidad fiscal para garantizar el control de la economía y de la inflación; la renovación política y la lucha contra la corrupción; la mejoras en el sistema de salud que incluiría la contratación de médicos extranjeros; la inversión en el transporte y la reducción de las tarifas; y aumentar el presupuesto en educación.

Esta semana el Senado ha manifestado la intención de cumplir uno de los cinco pactos y ha aprobado el proyecto de ley que define la corrupción como un "crimen hediondo", lo que impide que los acusados sean liberados mediante el pago de fianzas, y aumenta la pena mínima que puede ser impuesta a responsables por delitos como el desvío de recursos públicos. Pese a estas rápidas e improvisadas mejoras que ha utilizado el gobierno como dosis tranquilizadora para acallar a los manifestantes, recientes encuestas apuntan, por primera vez, una caída en la aprobación del gobierno de Rousseff, sobre todo entre los más jóvenes y ricos. Según un estudio, el 75% de los brasileños apoyan las protestas, aunque solo la mitad creen que van a aportar cambios. El mismo estudio apunta que el 43% de la muestra tiene expectativas positivas sobre el futuro del país. En un intento de escuchar los lemas de las marchas, la presidenta del país ha recibido durante esta semana en el Palacio de la Meseta, en Brasilia, a representantes de 24 movimientos de jóvenes que reivindican desde una tasa a las grandes fortunas hasta la descriminalización del aborto y la erradicación de la violencia policial.

Ricardo Ismael, doctor en ciencia política y profesor de la Universidad Pontificia Católica de Rio de Janeiro, declara a DNA que las revueltas afectan y continúan afectando la dinámica del gobierno. "Lo que provocan es mucha inestabilidad política, y los partidos y candidatos que se presenten a las elecciones nacionales del 2014 deberían aprovecharlas para hacer cambios en su estrategia de programa. La inmensa mayoría de los manifestantes declara que no tiene partido. Sin embargo, lo que está sucediendo de ninguna manera significa que estemos cerca de un ruptura institucional", añade Ismael. Y no tan solo afecta a la estabilidad política, sino económica. El descontento coincide en un momento en el que el crecimiento del país es más bien magro, en que algunos de los alimentos a los que la población es más sensible han subido más del 13% anual y una inflación en alza.

No obstante, Brasil, la séptima economía mundial, se la conoce por sus programas sociales que hicieron que 40 millones de personas salieran de la pobreza y emigrasen hacia la clase media en los últimos 10 años "A pesar de estos avances, las discrepancias existen porque quieren reclamar los derechos sociales que están siendo desatendidos como el transporte público, la salud y la educación", aclara el profesor.

ruptura El sociólogo francês Alain Touraine, especialista en América Latina y autor de numerosos libros sobre movimientos sociales, los define como una ruptura de la esperanza de la sociedad y un sentimiento de decepción que favorece el descontento. En una entrevista a la BBC afirma que "el balance de la situación de Brasil es buena. Sin embargo, el país sufre desigualdades y beneficios del desarrollo muy mal distribuidos. El país aún está lejos de tener un nivel de distribución de renta aceptable". Después de la experiencia con la Copa de Confederaciones, de constantes protestas en las calles y con algunos incidentes vandálicos que han producido cinco muertos desde que se iniciaron, las autoridades brasileñas estarán en el punto de mira de sus ciudadanos durante los próximos tres años. Brasil espera unos tiempos de vacas gordas cuyas inversiones extranjeras van a ser billonarias y el gobierno deberá andar con pies de plomo a la hora de elaborar los presupuestos.

Algunos historiadores y analistas ya hablan de primavera tropical, otros dicen que son inspirados en los indignados europeos. Sea cual sea su naturaleza, el movimiento tiene características propias de acuerdo con la realidad brasileña.