Vitoria. LO de Jalid al Hamad es odio visceral. Literal. Sin filtros. Lo capta en toda su dimensión el vídeo en el que este rebelde sirio arranca y muerde el corazón y otros órganos de un soldado. Las crudas imágenes, que esta semana han dado la vuelta al mundo, muestran que la sed de venganza no se calma una vez capturado o abatido el enemigo. No son, ni mucho menos, las primeras. También Gadafi fue maltratado ante las cámaras de los rebeldes libios. Le fotografiaron incluso después de muerto. Las grabaciones de su agonía aún circulan por internet. Al igual que las fotografías de soldados estadounidenses torturando a prisioneros iraquíes en la cárcel de Abu Ghraib. La grabación de Jalid al Hamad, la última de este álbum macabro, ha reabierto el debate sobre el uso y difusión de imágenes crueles captadas por las partes en conflicto. Dos expertos aportan su visión desde las ópticas de la Comunicación Audiovisual y la Deontología.
Román Gubern > Com. Audiovisual
"Me parece mal el uso sádico, pero soy contrario a la censura"
Como catedrático emérito de Comunicación Audiovisual que es, Román Gubern guarda, a buen recaudo en su cerebro, eso que llaman memoria histórica. Un bagaje que le permite afirmar, a bote pronto, que la polémica sobre la captación de imágenes macabras "es tan vieja como el año diez del siglo pasado, cuando un operador entró subrepticiamente en los lavabos de la cárcel de París para poder filmar una ejecución por guillotina. Fue un escándalo y en gran parte por eso se creó la censura en Francia", recuerda y avanza su postura. "Si se guillotina a la gente, se puede filmar, nos guste o no. El problema es el uso que se haga de las imágenes".
Desde la Universidad Autónoma de Barcelona, Gubern defiende a capa y espada que se inmortalice la realidad, por cruda que sea. "Las imágenes nunca son culpables, son testimonios de hechos acaecidos. Uno puede utilizarlas para alimentar a la fiera que llevamos dentro, el sensacionalismo, o usarlas para denunciar una injusticia. Por tanto, depende mucho del contexto y la intención con la que se utilizan". Si lo que se pretende es "cultivar el morbo", su difusión, dice, sería "condenable", pero si se trata de dejar constancia, por ejemplo, de los campos de concentración nazis, bienvenidas sean. "Las imágenes de Auschwitz o de Treblinka son tremendas, pero necesarias para que la humanidad tomase conciencia de la barbarie nazi contra los judíos".
Si no hubiese documentos gráficos, podría quedar la duda o haberse diluido con los años la atrocidad del holocausto. "Del Gulag soviético, que es el equivalente de los campos de concentración nazis, apenas hay imágenes. A la gente le cuesta imaginarse lo que pudo ser el Gulag precisamente porque la censura más férrea de la Unión Soviética lo impidió. En cambio, gracias a los reporteros americanos o a los aliados o a los propios nazis, que filmaron el gueto de Varsovia, sabemos efectivamente que hubo un exterminio del pueblo judío", explica este catedrático emérito.
Hoy día bien podría valerse para ilustrar su argumento de las fotografías captadas en la cárcel de los horrores de Irak, en las que los prisioneros son sometidos por militares de Estados Unidos a vejaciones. "Yo no aplaudiré estas escenas, pero gracias a las fotos nefandas y reprobables de los soldados de Abu Ghraib, la humanidad pudo saberlo y pudo condenar la crueldad de la ocupación militar de Irak. Por lo tanto, son dos caras de la moneda. Un lado puede parecer horroroso y lo es, pero sirve para denunciar la maldad de una actividad determinada", afirma. De hecho, añade, a raíz de aquellas instantáneas, en las que algunos soldados posan junto a los presos como si fueran piezas de caza, los implicados "pudieron ser condenados judicialmente". En estos casos, concluye, "una imagen puede ser un búmeran y servir para denunciar al que la tomó".
Por impactantes que resulten las secuencias, Gubern advierte del "peligro" que conlleva correr velos ante los objetivos de las cámaras. "En principio uno es contrario a todo tipo de censura, porque la censura se sabe cómo empieza, pero nunca cómo acaba y la historia de la censura lo demuestra". Desde esa filosofía valora las grabaciones del maltrato que sufrió el dictador libio Muamar Gadafi en sus últimas horas de vida. "Me parece mal el uso puramente sádico, pero las imágenes documentales no deberían tener restricción alguna", subraya.
En el caso del rebelde sirio que extrae las vísceras al cadáver de un soldado la intención parece clara, dadas las amenazas contra los alauíes que lanza mirando a cámara con los órganos de la víctima en la mano. "La imagen tiene derecho a existir, porque es algo que ha ocurrido ante la cámara. La maldad y lo condenable éticamente es la utilización perversa que hace de la misma", reitera el catedrático y aclara que no está juzgando "la conducta" del miliciano, sino la difusión de la grabación.
La guerra se propaga del campo de batalla a internet, donde ambos bandos cuelgan los vídeos de sus tropelías, ya sea para arengar a los suyos o para amedrentar al contrario. Los combatientes empuñan, además de las armas, los teléfonos móviles. El propio Jalid al Hamad explica, en una entrevista concedida a la revista estadounidense Time, que decidió arrancar las entrañas al militar fallecido tras encontrar en el teléfono de este "un vídeo de una mujer con sus dos hijas completamente desnudas a las que estaba humillando y golpeando". También cuenta que esta no es la única vez que ha posado. "Tengo otro vídeo en el que estoy cortando a otro shabiha -agente no oficial del régimen de Al Asad- con una sierra, la misma que usamos para cortar árboles", detalla.
La baza con la que cuenta es que sus grabaciones corren como la pólvora por internet. Pero también los miembros de la shabiha, según él mismo denuncia, "han publicado un millón de vídeos apuñalando y violando". "Hay formas perversas de fabricar imágenes. Por ejemplo, provocar un hecho para grabarlo y desacreditar a una persona", manifiesta Gubern, que se muestra conforme con el artículo 20 de la Constitución española. "La circulación de información, incluida la icónica, es libre, siempre que no atente al honor y la intimidad de las personas y no perjudique a menores. Arrancar el corazón de una persona y grabarlo va en contra, pero ahí puede haber un bien superior, que es denunciar la crueldad de la guerra y esa es una función del fotoperiodismo tradicional", remata.
Juan Carlos Pérez > Deontología
"Si se entrara en planos cortos, se faltaría a la ética profesional"
Colocada la lente de la ética periodística en el objetivo, Juan Carlos Pérez, profesor de Deontología de la UPV, reflexiona sobre si la difusión de vídeos como el del rebelde sirio es necesaria desde el punto de vista informativo. "Partiendo de la base de que vivimos en la era del exhibicionismo, favorecido por la rápida expansión y popularización de las nuevas tecnologías, una buena praxis periodística es aquella que determina qué es lo verdaderamente novedoso e importante de los acontecimientos, sin dejarse arrastrar por la tentación sensacionalista, cómoda y escabrosa al mismo tiempo", explica.
Expuesta la teoría, pone el foco en la polémica grabación. "El contenido de este vídeo sí que deja traslucir algo novedoso, por lo menos para los que seguimos el conflicto desde la distancia: la terrible magnitud del odio fratricida del pueblo sirio. Este es el dato fundamental. Una guerra que no tiene visos de terminar, sino más bien al contrario, donde las atrocidades cometidas por ambos bandos van in crescendo", subraya. Junto a ese dato principal, prosigue, "también debe explicarse la aparición y, sucintamente, el contenido del vídeo, textual u oralmente. Podría acompañarse de alguna fotografía o fragmentos del vídeo, siempre planos generales, nunca primeros planos. Para comprender la significación y trascendencia de la noticia no sería necesario entrar en más detalles".
A juicio de este docente, "no ofrecer las imágenes más crudas no debe considerarse como un acto de censura, sino como reflejo de la responsabilidad profesional de los periodistas. No se ha ocultado la información, se ha difundido lo esencial, pero sin recrearse en lo morboso". La emisión íntegra de las imágenes, dice, no aporta ningún dato relevante que no haya podido explicarse con palabras. "Si se entrara en detalles -corazón, hígado, pulmón, planos cortos...- se estaría faltando a la ética profesional recogida en los códigos y libros de estilo, donde se indica taxativamente que a la hora de informar nunca debe primar lo espectacular sobre lo meramente informativo".