AUSTRALIA. "Para conocimiento de la Cámara (de Representantes del Parlamento de Camberra), yo he determinado que se realizará una votación para elegir al líder y al segundo del Partido Laborista, hoy a las 16.30 hora local (05.30 GMT)", comunicó Gillard.
Esta convocatoria se da después de que el ministro de Artes, Simon Crean, pidiera que se declaren vacantes los puestos de los dirigentes y alentara públicamente al exprimer ministro Kevin Rudd a tomar las riendas del partido, en una nueva crisis por el liderazgo entre los laboristas.
Crean declaró hoy que él estaría dispuesto a apoyar a Rudd - a quien Gillard desbancó de los cargos de líder del partido y de primer ministro en 2010 tras una revuelta en el seno de su formación- y a presentarse como su segundo, cargo que ocupa el tesorero federal Wayne Swan, aunque sin aspirar a ese puesto ministerial.
"Algo se necesita hacer para romper con este punto muerto, para resolver este asunto de una vez por todas", dijo Crean a los periodistas en Camberra, después de que el Ejecutivo fracasó en su intento para que se apruebe en el Parlamento una reforma a la prensa.
Por su lado, el líder de la Oposición, Tony Abbott, pidió hoy que el Parlamento apruebe una moción de censura contra Gillard.
"Este gobierno está en un punto muerto, este gobierno está en crisis", indicó Abbott en declaraciones citadas por la agencia local AAP.
Según los últimos sondeos de la agencia Newspoll, el partido gobernante goza de un 48 por ciento de las intenciones de votos para los próximos comicios generales que se celebrarán el 14 de septiembre, mientras que la coalición opositora obtendría un 52 por ciento.
Esta crisis por el liderazgo del bloque Laborista no es nueva, ya que en febrero de 2012 Gillard se impuso a Rudd en la votación interna celebrada por los laboristas para resolver la lucha por la jefatura del partido.
Gillard se convirtió el 24 de junio de 2010 en la primera mujer en dirigir el Ejecutivo australiano tras la renuncia al cargo de Rudd a raíz de una repentina revuelta surgida por desacuerdos en el seno del Partido Laborista y a dos meses de los comicios generales.
Entonces, la popularidad de Rudd había caído en picado debido en gran parte a la campaña emprendida con él por la poderosa industria minera indignada por la decisión del gobierno de aumentar hasta el 40 por ciento el impuesto sobre el dividendo que genera el sector.