Gaza/Tel Aviv. La vida en la franja de Gaza y las ciudades del sur de Israel volvió ayer a la normalidad después de que ambos bandos respetaran el alto el fuego acordado el día anterior, aunque las valoraciones a uno y otro lado de la frontera eran muy distintas. Mientras que el territorio palestino celebró unido lo que considera una "victoria", en Israel, Benjamin Netanyahu era blanco de las críticas en medio de una sensación de derrota. Tras ocho días de bombardeos que han dejado 164 muertos y 1.300 heridos, los habitantes de Gaza recobraban ayer la normalidad. Las tiendas abrieron, los tenderos instalaron sus mercadillos y los niños volvieron a hacer de las calles su territorio de juego, mientras los barcos de pescadores salían a faenar por primera vez desde que empezó la ofensiva Pilar Defensivo.
Ayer era para todos un día de fiesta. Y, también, de hermandad, en el que todos se sentían parte de un mismo éxito. A mediodía se concentraron en la avenida de Omar Al Mujtar miles de personas en un mar de banderas de distintos colores, una vista nada habitual en Gaza, donde lo común es que solo se vean las banderas verdes de Hamás o las negras de la Yihad Islámica. Miles de seguidores de Al Fatah se atrevieron a salir a las calles flameando ostensiblemente sus insignias amarillas. Uno de los líderes del movimiento nacionalista, el negociador jefe palestino Nabil Shaat, recibía ovaciones y gritos de entusiasmo en el balcón del edificio del Parlamento, junto al primer ministro de Hamás, Ismail Haniye, y los más destacados líderes del movimiento islamista.
Muchos ven en el acuerdo de tregua con Israel y en estos gestos de las dos facciones palestinas, duramente enfrentadas desde que Hamás tomó el control de Gaza en 2007, la apertura de una posibilidad real para la reconciliación. "Hemos ganado y habrá unidad", declaró a Efe Jalil Il Haya. Los altavoces de las mezquitas cantaban eslóganes nacionalistas y desde los instalados en el edificio del Parlamento se oían discursos de los dirigentes de las milicias.
"Hoy nuestro pueblo ha ganado. Nuestros luchadores han ganado de nuevo al enemigo. Vergüenza para Israel. Hoy hemos ganado en Gaza y mañana ganaremos en Jerusalén y en toda nuestra tierra", afirmaba, con gran entusiasmo, un miembro de Hamás. "Fatah, Hamás y la Yihad somos solo uno", gritaba. Además, Haniye, telefoneó ayer al presidente palestino, Mahumd Abbas, para informarle de la situación en la franja tras el alto el fuego y le expresó apoyo a la demanda en la ONU del reconocimiento de Palestina como Estado observador. Mientras proseguía la fiesta política, protagonizada fundamentalmente por varones, la vida volvía poco a poco a la rutina.
"Bibi perdedor" En Israel, la imagen era otra. La del regreso a sus casas de los 57.000 reservistas movilizados para entrar en Gaza. En las redes sociales se difundió una fotografía que muestra a 16 soldados de uniforme tumbados en el suelo formando en hebreo la frase "Bibi perdedor", en referencia a Netanyahu. "No creo que el Gobierno haya actuado bien", señaló al canal 10 un soldado identificado como Kobi, mientras que su compañero de armas Yotan lamentaba no haber participado en una invasión de Gaza para la que "la gente estaba preparada".
Un reservista de una localidad blanco frecuente de los proyectiles palestinos hablaba al canal 2 de la "vergüenza" que le produce una salida diplomática sin "diferencia respecto a Plomo Fundido", la ofensiva que hace cuatro años segó la vida de 1.400 palestinos sin devolver la calma a la zona. El pasado día 16, cuando la invasión parecía inminente, Israel aprobó la movilización de 75.000 reservistas, la mayor en décadas. La medida se fue aplicando escalonadamente hasta alcanzar la cifra de 57.000 en el momento en que se acordó la tregua.
Pero la decepción no reina solo entre algunos soldados. Muchos alcaldes y habitantes de la región más próxima a Gaza lamentan que la ofensiva haya concluido sin desterrar de una vez por todas el riesgo de nuevos ataques. La mayoría de ciudadanos de esa zona está en contra del acuerdo. Sin embargo, en el resto del país -incluidos Tel Aviv, Jerusalén y Haifa- se respiraba una mayor sensación de alivio por el fin de las hostilidades. Una encuesta relámpago difundida por el canal 2 señalaba que un 70% se oponía a parar ya los bombardeos israelíes.
Netanyahu reconoció ayer el descontento en parte de la población por el cese de una operación que apoyaba un 84% del país. "Sé que hay ciudadanos que esperaban una respuesta aún más dura. También estamos preparados para ella. Tal y como hicimos durante esta operación, decidiremos cuándo, cómo y contra quién actuar", manifestó.