erika jara

"PERO ¿qué hacéis, idiotas? ¿No veis que ahora va a llegar la aviación israelí y os va a machacar, a vosotros y a la población?". Era mayo y Roni Keidar, jubilada de 68 años habitante del Kibbutz Erez (a dos kilómetros de la frontera de Gaza) gritaba en su jardín, presa del pánico, después de que varios cohetes lanzados desde Gaza activasen las alarmas de su vecindad y ella se diese cuenta, al llegar corriendo al refugio, de que su nieto no estaba con ella. Seis meses después, sus vidas vuelven a ser reguladas a la fuerza por las palabras "color rojo", que una aterciopelada voz femenina pronuncia a través de los altavoces de las distintas calles para avisar a los vecinos de que tienen 15 segundos para alcanzar el búnker o refugio más cercano. El tejado de la casa es testigo de la escalada violenta, con varios boquetes provocados por la metralla de dos cohetes provenientes de Gaza que cayeron cerca hace ya tres semanas.

En los noventa, una de sus cuatro hijas decidió mudarse a Eilat, lejos de los cohetes; otra vive en Canadá, y las dos restantes, junto a otro hijo, viven en el mismo poblado. "Doce años llevamos así", recalca Ovadia, el marido de Roni. Ella asiente, pero añade: "Y más aún durará la situación si pretendemos resolverla a base de cohetes y bombazos".

El kibutz donde viven Roni y Ovadia se encuentra dentro de la zona que el ejército israelí demarcó el sábado como área militar cerrada. Los militares solo permiten usar las carreteras en el sentido de salida, excepto en el caso de los 75.000 reservistas llamados a filas, que van llegando poco a poco en sus coches particulares, y los camiones que cargan con los tanques que se necesitarán en caso de llevar a cabo la anunciada incursión por tierra en la franja.

Las paredes de la casa de Roni, que se encuentra en medio del desolado y sepulcralmente silencioso kibutz, tiemblan literalmente cada poco rato con el estruendo de un nuevo impacto; la ausencia de alarma indica que el ataque es israelí y el impacto ha ocurrido en el lado gazaui del muro. "Si desde aquí, que estamos a unos cuatro kilómetros de la zona habitada de Gaza, suena así, imagina lo que estarán viviendo los palestinos ahí dentro", sugiere Roni. Poco después, la siniestra voz femenina obliga desde los altavoces a la pareja a correr de nuevo a su refugio, una pequeña despensa de tres metros cuadrados sin ventanas situada en la parte trasera de la cocina, sobre cuyo armario se apilan cajas con máscaras de gas. Un estruendo hace temblar de nuevo las paredes. "Vaya, ese cohete ha caído cerca", comenta ella.

la otra voz El hábito de los años ya no le permite sorprenderse demasiado, y de vuelta en el sofá del salón, Roni comienza a explicar relajadamente que pertenece a La Otra Voz, una organización fundada en 2008 que agrupa a israelíes afectados por el lanzamiento de cohetes gazauis. Su mensaje: "La guerra no va a solucionar el problema; mientras las partes no dialoguen, este conflicto no puede ser resuelto". "La tragedia es que compartimos la misma historia. Los dos contamos nuestra verdad, pero cada parte tiene su punto de vista y es bueno dejar de prejuzgar y escuchar", manifiesta Roni.

Los miembros de La Otra Voz se comunican con habitantes de Gaza a través del móvil y de internet, y en ocasiones la parte israelí trata de gestionar permisos para que algunos gazauis puedan salir de la franja y acudir a seminarios y conferencias, e incluso para llevárselos a hacer excursiones por Israel lejos del bloqueo gazaui. "Hay veces que me entero de que alguien de Gaza ha conseguido un permiso para acudir a un hospital en Israel y voy a buscarle a la frontera para llevarle. Aparte de la ayuda prestada, es una oportunidad excelente para conocernos".

"somos blanco fácil" Al comienzo de esta nueva escalada de violencia, La Otra Voz envió una carta al ministro de Defensa, Ehud Barak, y al primer ministro, Benyamin Netanyahu, en la que sus miembros pedían que "se deje de jugar con nuestras vidas y se abran inmediatamente los contactos diplomáticos con el gobierno de Hamás". Recalcan que "estamos cansados de ser blancos fáciles al servicio de intereses políticos; los misiles de allí y los bombardeos de aquí no nos protegen". Denuncian que "ambas partes han pagado y están pagando aún un precio muy alto". Y concluyen afirmando que "ya es hora de hablar y luchar por acuerdos a largo plazo que permitan a los ciudadanos de ambos lados de la frontera vivir una vida normal". Según Roni, la carta cuenta ya con 11.000 firmas, 4.000 de ellas obtenidas durante los últimos cuatro días.

Ovadia Keidar es de origen egipcio; Roni proviene de una familia inglesa de larga tradición sionista. Hasta 1979, la pareja vivió en un asentamiento israelí de la península egipcia del Sinaí, pero tras la firma de la paz entre las partes, decidió mudarse a donde vive ahora, junto a la frontera norte de Gaza. "Realmente pensábamos que la paz iba a llegar: los gazauis venían a trabajar aquí y nosotros íbamos a comprar allí", evoca Roni. Pero entonces llegó la primera intifada, y luego la segunda, el muro, el bloqueo, "y comenzamos a sufrir". Ambos recuerdan cómo el día después de la desconexión israelí de Gaza, en 2005, "un cohete lanzado desde Gaza mató a la mejor amiga de mi hija, que solo tenía 23 años."

Su familia fue mudándose a otros lugares, "y yo lo habría hecho también, pero mi marido tiene aquí su producción de semillas, que además da trabajo a diez trabajadores tailandeses y vietnamitas. Uno de ellos murió bajo un cohete hace dos años". Algo que aún a día de hoy consigue quebrar los nervios de Roni es el sonido de la alarma cuando Ovadia está fuera, en el campo, y no contesta el teléfono.

A pesar de todo, Roni es miembro convencida de La Otra Voz, aunque se considera moderada. "No estoy dispuesta a asumir toda la culpa. No puedes ver solo la versión de la otra parte porque entonces pierdes el sentido de lo que intentabas conseguir". Según Roni, "todo lo que tiene que hacer Hamás es reconocer a Israel como Estado judío y dejarnos vivir. Reconozco que mi independencia fue un desastre para los palestinos y es normal que no lo olviden y lo conmemoren, pero debemos seguir adelante, dar un futuro a nuestros hijos". Sí asume cierta responsabilidad sobre la situación de Gaza: "Es cierto que nos fuimos de allá, pero los dejamos encerrados. Si les hubiésemos dado la oportunidad de crecer y no solo de ponerse a pensar en cómo golpearnos, quizá todo fuese diferente".

Tras esta nueva ola de violencia, muchos han especulado con la proximidad de las elecciones israelíes y la recaudación de votos como motivo para la escalada. Roni afirma que "haría cualquier cosa para sacar a Netanyahu del poder, porque nos lleva al desastre, pero creo que ni siquiera una persona como él puede hacer esto por los votos". En todo caso, si gana de nuevo, "le encerraría en una habitación con el primer ministro gazaui, Ismail Haniye, y no les dejaría salir hasta que alcanzasen una solución, porque las hay".

Ovadia respeta la labor de su mujer, pero no la comparte. "Veo reflejada la terca mentalidad de los palestinos cada día en el canal árabe de Al Yazira, y no me parece que vayan a cambiar". Roni le escucha pero no se deja convencer. "Me ha llamado soñadora gente de los dos bandos, pero yo les digo: ¿Creéis que Gaza va a desaparecer de un día para otro? ¿O Israel? ¡Los soñadores sois vosotros!".