gdansk. Polonia, Polska, cuyo Reino fue creado en 1025, es un país que se hace querer. Al igual que Chequia, se trata de una nación culta -es lo que no les arrebataron los rusos, afirman allí- y amiga de los detalles. Su nombre tiene que ver con sus vastas llanuras, y fue cuna de Chopin, Copernico, Schopenhauer, Marie Curie y Szymborska, entre otras celebridades y premios nóbeles. Su cocina es muy cuidada y sus habitantes, hospitalarios.

Sí ha sufrido, y no lo ocultan al visitante -más bien se lo recuerdan-, pero también ha logrado la proeza de acogerle con esos edificios preciosos y sus tranquilas conductas. Este inmenso país, hoy república parlamentaria, todavía es asequible y se siente renacido.

El Nobel de Literatura Günter Grass, como Walesa y Farenheit, nació en Gdansk. Pero en sus afueras, en una zona con personalidad propia: Casubia, donde 100.000 personas cuentan con su propio ADN, se casan entre ellos y tienen actividades ancestrales, agrarias, y bastante endogámicas. Hasta el punto de que los médicos polacos han detectado que cuentan con enfermedades autóctonas, que solo sufren ellos.

Una exposición en Gdansk mostraba antes de iniciarse la Eurocopa estas peculiaridades de los casubos. En la ciudad de la revolución de Solidaridad, donde también estalló la Segunda Gran Guerra, hay un parlamentario pecoso y pelirrojo que representa a su etnia en Varsovia. Esta población siente el estigma propio de las lenguas minorizadas sin reconocimiento oficial, pero no es un dialecto del polaco, aunque tenga elementos similares. Cuenta con gran cantidad de arcaísmos.

En Poznan, también, existe el conocido como poznanish, aunque se trata de un dialecto. Reprimido por la URSS, se ve en la calle el monumento al Hombre que nunca existió, ya que estuvo censurado.