Buenos Aires. Argentina y el Reino Unido han elevado el tono de sus acusaciones en vísperas del trigésimo aniversario del inicio de la guerra que enfrentó a ambos países en 1982 por la soberanía de las Islas Malvinas. El nuevo round en esta histórica disputa -que se remonta a 1833, cuando los británicos ocuparon el archipiélago- comenzó en diciembre pasado, cuando el respaldo suramericano al reclamo argentino de soberanía pasó de meras declaraciones al terreno de lo concreto.

Los países suramericanos decidieron impedir el ingreso a sus puertos de barcos con bandera de Malvinas, medida a la que se plegaron luego otras naciones latinoamericanas y caribeñas. El Reino Unido, por su parte, envió a Malvinas al destructor más moderno de la Marina Real y al príncipe Guillermo para tareas de formación militar. Buenos Aires denunció entonces a Londres ante Naciones Unidas por la militarización del Atlántico Sur y le acusó de depredar los recursos pesqueros y petroleros de las islas.

"Esta escalada dialéctica tiene que ver con los 30 años del conflicto bélico, algo que remueve pasiones y sentimientos ligados al nacionalismo tanto en Argentina como en Gran Bretaña", explica Bruno Tondini, miembro del Centro Argentino de Estudios Internacionales. Como parte de su estrategia para que Londres cumpla con las resoluciones de Naciones Unidas que conminan a ambos países a negociar sobre la soberanía de Malvinas, Argentina ha lanzado además una ofensiva internacional, judicial y administrativa, en contra de las cinco petroleras que, a su juicio, exploran "ilegalmente" crudo en las islas.

Además, Buenos Aires ha solicitado a grandes empresas que importan productos británicos que reemplacen sus compras por operaciones con países que apoyan el reclamo de soberanía argentino. Para Jorge Arias, analista político de la consultora Polilat, "en este nuevo cruce hay una confluencia de factores", entre ellos el aniversario de la guerra "pero también los problemas económicos". "La crisis global genera un clima propicio para que estas causas, a las que habitualmente no se echa mano porque desatan demonios a un lado y otro del Atlántico, se vuelvan atractivas", afirmó Arias.

Para sumar a la tensión en el terreno económico, la sureña provincia argentina de Tierra del Fuego -que considera a Malvinas como parte de su territorio- impidió en febrero el amarre en el puerto de Ushuaia de dos cruceros turísticos procedentes de las islas. Asimismo, trabajadores portuarios mantienen desde febrero un boicot a buques de carga de bandera británica y otros pabellones de conveniencia, con importantes pérdidas para las navieras.

Londres, intranquilo Un portavoz del Ministerio de Exteriores británico manifestó este lunes que la presidenta argentina, Cristina Fernández, ha hecho de la cuestión Malvinas un asunto "de gran relevancia para su política interna" por lo que Londres espera que Buenos Aires aumente aún más la presión. El Reino Unido, según esta fuente, "se toma muy seriamente lo que ahora se ha convertido en una campaña diplomática bastante sostenida e intensa, y a veces agresiva". Según Tondini, Londres "empieza a intranquilizarse" al observar que Suramérica ha hecho "propio" el reclamo argentino, "un cambio en el diagrama de la geopolítica británica que le obliga a reacomodar el escenario".

En los últimos años, en contraste con la década de 1990, la estrategia diplomática argentina se ha centrado en instalar con fuerza la "cuestión Malvinas" en los foros internacionales y como uno de los temas más importantes de defensa regional sometidos a debate en la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur). El litigio ha sido, además, instalado en la agenda de la sexta Cumbre de las Américas del 13 de abril próximo, que se celebrará en Colombia, lo que puede suponer un dolor de cabeza para Estados Unidos, que optó por apoyar a los británicos en la guerra de 1982.

Argentina también ha aprovechado la condición de "potencia nuclear" del Reino Unido para ponerlo bajo permanente sospecha de despliegue de armas nucleares en el Atlántico sur, un asunto muy sensible a los intereses de los países suramericanos.

"Presencia histórica" Con todo, Londres asegura que, por más "ruido" que haga Argentina, no habrá negociaciones por la soberanía "hasta que así lo decidan" los 2.913 isleños, que "no hay duda que quieren seguir siendo británicos". Mientras para Argentina es una reclamación de derecho territorial porque considera que las islas son una extensión de su plataforma submarina, el Reino Unido pone énfasis en el derecho basado en su presencia histórica y en el imperativo de respetar la voluntad de los isleños, un principio contenido en la Carta de la ONU.

Al respecto, el gobernador de Malvinas, Nigel Haywood, señaló en una reciente entrevista con la agencia Efe que un escenario de negociación entre Argentina y Gran Bretaña es muy difícil de imaginar, algo que consideró "muy hipotético". "Después de 1833, hubo varios intentos de acercamiento entre Argentina y el Reino Unido por Malvinas, incluso en 1838 y 1848, que no llegaron a buen puerto", recordó Tondini.

En 1968 tuvo lugar un acercamiento que finalmente no culminó con un diálogo sobre la soberanía sino con acuerdos de cooperación. En 1974, mientras, Londres ofreció una soberanía compartida primero y después el traspaso definitivo de las islas, un proceso que se abortó primero por la muerte del entonces presidente argentino Juan Perón y luego por diferencias internas en el débil gobierno de María Estela Martínez de Perón. Tras la guerra de 1982, ambos países reanudaron plenamente sus relaciones diplomáticas en 1990 y, nueve años después, firmaron un acuerdo sobre vuelos a las Islas Malvinas que ahora Argentina pretende revisar.