Bruselas. La OTAN puso fin ayer a su misión en Libia tras siete meses de operaciones militares que han facilitado la caída del exdictador Muamar el Gadafi y el cambio de régimen en el país. Aprobada el pasado 27 de marzo y puesta en marcha apenas cuatro días después, la operación Protector unificado tenía como misión proteger a la población libia reduciendo la capacidad militar de Gadafi, pero en el terreno ha supuesto un espaldarazo a los rebeldes del Consejo Nacional de Transición (CNT), que no habrían logrado ganar la guerra si no fuera por los bombardeos de la OTAN.

captura de gadafi En un primer momento, sirvieron para ayudar a los insurgentes a resistir la ofensiva gadafista contra las ciudades de Misrata y Bengasi y, posteriormente, romper la situación de bloqueo que había alcanzado el conflicto y progresar hacia la capital, Trípoli. Desde entonces, los ataques aliados se limitaron a Bani Walid o Sirte, los últimos reductos de la resistencia gadafista. Las críticas a esta operación aumentaron en los últimos días de la operación, por la implicación de la Alianza en la captura de Gadafi por parte de los rebeldes. Aviones franceses atacaron desde el aire el convoy en el que el ex líder trataba de huir de Sirte, su ciudad natal. Tras este bombardeo, un Gadafi herido se escondió en una alcantarilla, donde fue finalmente capturado y linchado por los insurgentes libios. Una vez muerto Gadafi y con los rebeldes controlando todo el territorio, la OTAN ha decidido terminar rápidamente su operación, a pesar de las peticiones de las nuevas autoridades para prolongarla.

Con motivo del final de la operación, el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, viajó ayer a Trípoli. "Es bonito estar en en la Libia libre", apuntó durante una conferencia de prensa conjunta con el presidente del Consejo Nacional de Transición, Mustafá Abdel Jalil. Ante la pregunta de los periodistas libios sobre si la OTAN tiene intenciones de crear bases militares en Libia, Rasmussen respondió que "no tenemos ningún tipo de intención de hacer algo así", a lo que agregó que los libios deben tomar las riendas de su propio destino.

El principal impulsor de la intervención fue Francia, el primer país en reconocer a los rebeldes, al que se sumó Gran Bretaña y, posteriormente, Estados Unidos.