Visionario e innovador son los dos adjetivos más repetidos para definir a Steve Jobs, el carismático fundador de Apple fallecido en la madrugada de ayer. Caracterizado por imaginar lo que nadie pensó que pudiera existir o construirse, Jobs deja un testamento vital que es una loa al inconformismo y que se encuentra resumido en el discurso que pronunció de junio de 2005 en la ceremonia de graduación de la Universidad de Stanford, cuando creía que su cáncer de páncreas estaba superado. En este discurso Jobs afirmó que abandonar la Universidad fue "una de las mejores decisiones que tomé" y que lo mejor que le pasó en la vida fue ser despedido de Apple, la empresa que fundó: "me liberó para entrar en una de las etapas más creativas de mi vida". Y es que fue entonces cuando creó NeXT y Pixar.

En ese discurso confesó también que su marcha de Apple fue "una amarga medicina, pero creo que el paciente la necesitaba...estoy convencido que lo único que me permitió seguir fue que yo amaba lo que hacía".

Sobre la muerte, que le acechaba tras serle diagnosticado un cáncer de páncreas y que ayer finalmente le alcanzó, Jobs afirmó que "es el agente de cambio de la vida. Elimina lo viejo para dar paso a lo nuevo". El tiempo tiene límite, dijo, "no lo pierdan viviendo la vida de otra persona"... algo que evidentemente él no hizo.

Jobs pasará a la Historia como una de las figuras tecnológicas y empresariales más carismáticas. Una especie de rey Midas que hizo de una empresa nacida en un garaje una de las compañías de referencia mundial. Escuelas de negocios, cátedras de empresariales y tesis doctorales han analizado y seguirán estudiando la personalidad de Jobs y su gestión como líder de Apple. También sus puestas en escena, su forma de dirigirse a toda clase de público (empleados, inversores, analistas, medios de comunicación, etc.), y su lenguaje son objeto de estudio y muy imitados.

La figura empresarial de Jobs nace allá por 1974 cuando soñó con fabricar un ordenador para cuyo manejo no fuesen necesarios conocimientos de informática, ni haber oído nunca hablar de lenguajes de programación. Su unión con Steve Wozniak, la otra mitad de la primitiva Apple, redondeó el proyecto. Jobs imaginaba cosas imposibles y Wozniak conseguía hacer que funcionasen.

En 1976 en un garaje -¿que hubiera sido de la innovación americana si no hubiesen existido los garajes?- nació Apple I, que no era mas que un teclado con un procesador conectados a un monitor. Y soñó que ese aparato no necesitase libro de instrucciones y, poco a poco, en cada nuevo paso, fue simplificando el funcionamiento, haciéndolo mas próximo al usuario, más humano. Jobs parecía esconder la tecnología, a base de crear nueva tecnología.

Era de esas personas que cree todo lo que se imagina puede hacerse, que lo difícil es imaginarlo.

afrontar el futuro Ahora la muerte de uno de sus fundadores ha dejado huérfana de padre a Apple, la compañía que Jobs moldeó acorde con sus sueños tecnológicos y que tiene el reto de superar la ausencia de su visionario líder. A pesar del golpe de efecto que supone esta pérdida, Apple encara la era postJobs como la segunda empresa más valiosa de Estados Unidos, desde la tranquilidad de ver cómo sus beneficios se duplican de año en año y sus productos marcan la pauta a seguir en el sector. Pero la preguntan que se hacen todos es si los sucesores de Jobs estarán a la altura y serán capaces de cubrir el enorme vacío dejado por un emprendedor tan carismático.

Cuando Jobs se retiró a finales de agosto, gravemente enfermo, de las actividades directivas de Apple, se inició una acalorada discusión sobre cuál ha sido su invento más importante: ¿el iPhone, que cambió radicalmente el sector de la telefonía móvil y que se ha convertido en la máquina de hacer dinero de Apple? ¿La tableta iPad, que cambió el modo de entender los ordenadores? No, dijeron entonces algunos expertos: su máxima invención fue la propia Apple, una firma única que diseñó todos estos aparatos, los construyó y los llevó al éxito.

No es la primera vez que Apple pierde a uno de sus creadores, pero en esta ocasión es una pérdida definitiva. La gestión realizada tras la primera salida de Jobs, en 1985, puso a la empresa entre la espada y la pared y Steve tuvo que volver 12 años después como salvador, para rescatar a Apple de una quiebra inminente. Pero esta vez -dicen los expertos- es muy diferente. Jobs preparó a su compañía para afrontar el largo plazo: reunió a la cúpula directiva en torno a su sucesor, Tim Cook, y creó una cultura de producto basada en innovaciones, diseño y facilidad. La empresa funciona como si fuera una máquina eficiente que crea sin esfuerzo aparente maravillosos artefactos.

Los costes, la técnica, la imagen, todo funciona: Apple es tan fuerte, rentable y exitosa como nunca antes lo había sido. Pero su imagen también está tocada por las críticas desencadenadas por las condiciones de trabajo en la fabricación de sus productos por empresas chinas.

Y sigue habiendo dudas sobre el éxito futuro de Apple. Y es que al fin y al cabo era siempre Steve Jobs el que tenía la última palabra. Su mano, su presencia, se dejaban notar no sólo en las grandes decisiones estratégicas, sino también en cuestiones menores, cosas que en otras empresas no suelen llegar al presidente. Tales como si el interruptor del iPad debía ser una tecla silenciosa o si había que determinar la configuración de la pantalla. En una ocasión, Jobs llamó un domingo al directivo de Google Vic Gundotra para decirle que no le gustaba el tono amarillo en un icono de un programa.

Al margen de su control al detalle, Jobs ha sido siempre el verdadero motor de la empresa. Fue él quien pensó en el iPod cuando el mundo había empezado a hacer su transición del walkman y el discman a los reproductores portátiles de música en mp3. Más allá de los aparatos físicos, clave en esa expansión del universo i, las creaciones tecnológicas de Jobs son el soporte de todo un catálogo de aplicaciones y servicios.

También gracias al papel dominante de Jobs, calificado en ocasiones como dictatorial, Apple funciona sin los habituales enfrentamientos entre distintos departamentos de la empresa. Un legado que parece irrepetible y que podría jugar en contra de la compañía tecnológica en los años venideros.

los sucesores A partir de ahora cualquier cosa que produzca Apple se comparará irremediablemente con los tiempos de Steve Jobs, quien para muchos fue más que un gran ejecutivo, fue un gurú que asoció la imagen de su empresa a una filosofía de calidad y diseño que atrajo a millones de adeptos dispuestos a comprar cualquier cosa con el símbolo de la manzana.

Su sucesor, Tim Cook, ha demostrado en los últimos años que como gestor puede levantar una empresa totalmente eficiente, aunque no es un visionario del calibre de Jobs. Los conocedores de la compañía creen que ese papel lo podría cubrir bien el ex director de diseño Jony Ive.

Ive imprimió su sello a los últimos productos de Apple, pero al contrario que a Jobs le falta el impulso de venderse a sí mismo, de forma que difícilmente podría asumir el papel de imagen/vendedor de la firma. Y es que Steve Jobs era el hombre para todo, desde el diseño hasta el detalle menor. Sus sucesores en la cúpula de Apple, al contrario, son especialistas en un solo campo. E incluso si Apple siguiera siendo una empresa exitosa, "la verdad es que Steve Jobs es insustituible", según el blog Cult of Mac.

La Apple de hoy sigue necesitando una cúpula robusta. El sector cambia con enorme rapidez y el sistema operativo de Google asume posiciones líderes en las plataformas de smartphones. También en el sector de ordenadores, tablets y posibles incursiones en aparatos de televisión hay que sentar bases sólidas... Y en el futuro eso se tendrá que hacer sin la inestimable aportación de iGod Jobs.