Lo peor de la crisis alimentaria en el Cuerno de África aún no ha pasado. Mientras que la hambruna se extiende por el sur de Somalia, una epidemia de cólera y un brote de sarampión están agravando la ya de por sí precaria salud de los desplazados y refugiados, mientras que la ONU ha alertado de un aumento de la violencia sexual. La ayuda internacional, mientras, llega lentamente. "No cometamos el error de creer que lo peor ha pasado, esta crisis continúa, con desplazamientos masivos, riesgos de propagación de enfermedades, hacinamiento en los campamentos y situaciones que superan a los trabajadores humanitarios en el terreno", alertaba el viernes el portavoz del Acnur, Adrian Edwards.
Naciones Unidas ha declarado el estado de hambruna en tres regiones del sur de Somalia (Bakool, Media Shabelle y Baja Shabelle), en los campos de desplazados de Mogadiscio y el corredor de Afgoye, a 20 kilómetros de la capital somalí y que acoge el campamento de desplazados internos más grande del mundo -con 400.000 personas-. La situación de hacinamiento tanto en los campos de desplazados como en los de refugiados de Kenia (Dadaab) y Etiopía (Dolo Ado) está provocando la aparición de epidemias como la cólera o el sarampión, lo que agrava aún más la situación de estos cientos de miles de personas. "En lo campos de desplazados y refugiados no solo hay que proporcionar comida a la gente que llega, sino también tratar a los niños desnutridos y procurar que haya acceso a agua potable y saneamiento, porque el riesgo de una epidemia es muy alto", explica desde Kenia Elena Crego, portavoz de Acción contra el Hambre.
"Tenemos una epidemia de cólera en Mogadiscio", anunció el viernes Michel Yao, experto de la OMS, quien atribuye la propagación de la enfermedad a varios factores: que los asentamientos informales se han multiplicado en las últimas semanas en condiciones de extrema precariedad; el escaso acceso al agua apta para el consumo y a los servicios de saneamiento básico; la alta tasa de malnutrición infantil, así como la limitada capacidad de los centros de salud. Desde principios de año se han registrado 4.272 casos de diarrea acuosa en el hospital de Banadir, el mayor de Mogadiscio, principalmente en niños menores de cinco años, que ha causado la muerte de 181 personas. La OMS teme, además, una rápida propagación de la enfermedad como consecuencia de los masivos movimientos de población. Además del cólera, en la capital somalí también se han registrado casos de sarampión y dengue.
En cuanto al sarampión, la OMS ha indicado que el brote más grave se está dando en el campo de refugiados de Dolo Ado, donde ya se han registrado 17.500 casos. Hace unos años, la milicia islamista Al Shabab, que domina parte del territorio de Somalia -especialmente el sur-, prohibió las campañas de vacunación a los menores. Como consecuencia, ahora es una de las principales causas de mortalidad infantil en Somalia y los campos de refugiados. Aunque enfermedades como el sarampión, el cólera o la diarrea están provocando a diario la muerte de niños somalíes, el fondo de esta problemática es siempre la desnutrición, una epidemia que se extiende por el Cuerno de África como la pólvora. Según la agencia para el desarrollo estadounidense Usaid, 29.000 menores de cinco años han muerto en los últimos tres meses en Somalia a causa de la hambruna.
El problema, según los médicos, es que los niños llegan a los centros de salud de los campos de desplazados y refugiados en situaciones ya muy precarias. Incluso, muchos de ellos mueren en el trayecto. A diario llegan mujeres somalíes a Mogadiscio, Kenia o Etiopía que aseguran haber tenido que abandonar a alguno de sus hijos en el camino. Cuando salen de Somalia, muchos niños ya se encuentran desnutridos y la larga caminata que realizan para llegar a los países vecinos, que puede durar más de veinte días, contribuye notablemente al deterioro de su estado.
En las últimas semanas han llegado a la capital somalí más de 100.000 personas -Mogadiscio ya albergaba a 370.000 refugiados- que ahora están instalados en varios campos de desplazados saturados. El mayor de todos es el de Badbao, que acoge a 30.000 personas y donde recientemente tuvo lugar un confuso incidente a causa del reparto de la ayuda humanitaria en el que murieron diez personas. Las personas que allí se hacinan están desesperadas por recibir alimentos y muchas veces tienen lugar enfrentamientos. En este sentido, el primer ministro somalí anunció ayer la creación de una fuerza especial para proteger los convoyes de ayuda humanitaria que contará con 300 hombres.
El campo de refugiados keniano de Dadaab, por su parte, hace meses que superó su capacidad máxima -fue construido a principios de los 90 para albergar a 90.000 refugiados somalíes y actualmente acoge a 440.000-, mientras que al de Dolo Ado han llegado otras 120.000 personas.
Los peligros del viaje "Durante el largo y peligroso viaje que tienen que hacer desde Somalia hacia los campos de Kenia, mujeres y niñas son atacadas, incluso violadas, por parte de militantes armados y bandidos", denunció esta semana Margot Wallstrom, representante especial de la ONU sobre violencia sexual en conflictos. Según Wallstrom, una vez que cruzan la frontera o llegan a Dadaab, sus esperanzas de encontrar un lugar seguro se desvanecen, ya que deben enfrentarse a nuevos peligros y penurias, incluido el riesgo a ser agredidas sexualmente.
La representante de la ONU denunció que su oficina también ha recibido informaciones sobre violaciones por parte de las fuerzas del Gobierno Federal de Transición y sus milicias aliadas en el centro y sur de Somalia, así como que los milicianos de Al Shabab están secuestrando niñas para obligarlas a casarse con sus combatientes. Muchos hombres y mujeres llegan también a los campos de refugiados y desplazados con heridas de bala. Es precisamente el conflicto que arrastra Somalia desde hace 20 años el que está dificultando el reparto de la ayuda humanitaria. De hecho, debido a que la milicia islamista impide a las agencias humanitarias acceder a sus zonas de influencia, se desconoce el estado de muchas personas.
Y mientras la hambruna se extiende por el sur de Somalia, el Cuerno de África mira al otoño, cuando debería dar inicio la nueva temporada de lluvias. Se teme que, al igual que ha ocurrido en los últimos dos años, no caiga una gota. La región enfrenta su peor sequía en 60 años, una grave situación si se tiene en cuenta que el 80% de la población depende de la agricultura y la ganadería. Muchas comunidades en el centro de Kenia se enfrentan a la pérdida de sus animales, que supone para ellos quedarse sin sus medios de vida.
"Es importante atender la emergencia alimentaria, pero también es necesario que se trabaje con la vista en el medio y largo plazo para que la población pueda estar preparada por si llueve en otoño y que en el futuro no tenga que depender de la ayuda humanitaria", apunta Elena Crego. En algunas zonas, las familias solo sobreviven con una comida al día, compuesta de té y maíz, que les proporciona el Gobierno. La ayuda internacional que llega, por el momento, no es suficiente.