Oslo. Una imagen de la televisión estatal noruega mostraba ayer una imagen de vídeo en la que se ve a Anders Behring Brevik, el único detenido por los ataques del viernes, vestido de policía apuntando con un arma a un joven tirado en el suelo. A su lado, en la orilla del agua, hay varios muertos y heridos. La isla de Utoya, a 40 kilómetros de Oslo, se ha convertido en el principal exponente de lo que el primer ministro, Jens Stoltenberg, calificó de "peor tragedia desde la Segunda Guerra Mundial" para el país.

Allí irrumpió armado el viernes el presunto agresor y comenzó su particular caza contra todos los presentes. Los disparos se escucharon durante hora y media, noventa minutos de infierno que los supervivientes recordaban aún aterrorizados. "Se le veía muy seguro, tranquilo y con todo bajo control, sabía lo que estaba haciendo y nos dijo a gritos que todos moriríamos", relató ayer Adrian Pracon, uno de los supervivientes de la matanza de Utoya desde el hospital en el que se recupera de un disparo en la espalda.

Pracon contó a la cadena BBC detalles del instante en el que el hombre entró en el campamento juvenil y comenzó a disparar. Ante aquella dramática situación y en un intento de buscar un lugar seguro, algunos jóvenes se lanzaron al agua y otros intentaron esconderse detrás de las rocas y arbustos. Pracon señaló que estaba trabajando en la cabina de información del campo cuando recibió una llamada por radio para avisarle del atentado en Oslo y de que un policía acudiría al campamento para verles, pero poco después escuchó disparos.

"Corrí por el campamento hacia el área de las tiendas de campaña. Vi al hombre armado. Dos personas empezaron a hablarle y dos segundos después estaban muertas. La gente caía muerta delante mío. El hombre llevaba un uniforme negro con bordes rojos. Parecía un nazi con el uniforme y ese pelo", afirmó Pracon. "Nos dijo a gritos que todos moriríamos. Todos empezamos a correr hacia el agua, la gente ya se había desvestido y empezaba a nadar. Yo creía que no me daba tiempo suficiente para sacarme la ropa, así que empecé a nadar en la lluvia, con la ropa y mis botas grandes", agregó.

Este joven aseguró que "el agresor persiguió a la gente hasta la orilla, gritando mientras les disparaba: voy a mataros a todos". "Estaba a cinco, quizá a siete metros de él mientras decía que todos moriríamos. Me apuntó con su arma, pero no disparó. Podía oír sus cargadores, sentir su respiración. Otros dos chicos y yo sobrevivimos fingiendo que estábamos muertos".

Alcanzado Pracon relató que las personas que se habían salvado de los primeros disparos se escondieron entre los árboles y las rocas, pero el hombre volvió una hora después y empezó a disparar nuevamente. "Los disparos empezaron otra vez y la gente se me caía encima, sobre las piernas, y caía al agua, ahí es cuando la gente moría. Yo me tenía que proteger detrás de ellos, rezando de que no me viera. En medio del tiroteo una bala me alcanzó la espalda", añadió. Muchos de los jóvenes murieron al caer al agua o el suelo desde los árboles, y a quienes no fallecían, el atacante les disparaba a modo de ejecución. "Ahora estoy en el hospital. Lo peor no es el dolor físico, es pensar en cuantos amigos han muerto", concluyó el joven.

Otro testigo, Bjorn Jarle Roberg-Larsen, del Partido Laborista, relató también a la BBC que el agresor dijo a los campistas al llegar a la isla que estaba allí para realizar un control de seguridad y comenzó a disparar. "La gente intentó ocultarse; algunos saltaron al agua e intentaron escapar nadando. Otros se escondieron en cuevas y arbustos o se subieron a árboles. Y él fue tras ellos", explicó el político. Los habitantes de la costa, a 1 kilómetro de Utoya, salieron en sus pequeños botes en un intento de asistir a la gente que huía de la isla. "Llevé a diez personas en mi embarcación", apuntó Torill Hansen a la NRK. "Cuando las había subido, el bote ya estaba lleno. Fue terrible cuando tuve que dejar al número once y al doce", agregó.

Con uniforme policial Otro superviviente, Stine Renate Haheim, miembro del Parlamento noruego que estaba también en el campamento, explicó, por su parte, que los jóvenes empezaron a reunirse en pequeños grupos para hablar del atentado en Oslo cuando escucharon que alguien decía que venía la policía, por lo que pensó que ellos estarían bien. "Después vi a un policía que bajaba de la colina y de repente empezó a dispararle a la gente, uno a uno. Empezamos a correr y saltar al mar", afirmó Haheim, quien admitió que lo más aterrador fue ver que el hombre llevaba un uniforme policial. "Estaba tranquilo, nunca corrió, solo seguía disparando a la gente, nunca le escuché hablar", añadió.

Nicoline Bjerge Schie, de 22 años, señaló ayer al diario Dabladet que en un principio no vio que el hombre estaba armado y pensó que los disparos eran fuegos artificiales o que se trataba de una broma. "Pero cuando la gente empezó a gritar y a correr presa del pánico me di cuenta, agachada en el suelo, de que había ocurrido algo grave". Bjerge halló refugio en una grieta, pero fue incapaz de asistir a quienes se encontraban cerca. "Iba detrás de ellos y no podíamos arriesgarnos a revelar nuestro escondite. Le escuché pasar cerca en varias ocasiones". El hombre disparaba y celebraba a gritos, según la testigo, que calcula que sonaban disparos cada diez segundos.

Lisa Irene Johansen dijo a la televisión pública que cuando la gente comenzó gritar y a correr también se dio cuenta de que el peligro era real. Entonces consideró lanzarse al agua, pero al final optó por permanecer en la isla y esconderse. Mientras, Ali al Hatem, de 17 años, señaló que corrió tan rápido como pudo para huir de aquel escenario de horror. "Escuché un disparo por encima de mi cabeza y me tiré al suelo. Otros corrían en su dirección y directamente les disparó. Solo corrimos y corrimos y nos escondimos en la orilla", concluyó.