nuria ferragutcasas

john F. Kennedy se convirtió hace cincuenta años en el primer presidente católico de los Estados Unidos, rompiendo así con la larga tradición de mandatarios WASP (blancos, anglosajones y protestantes). Este estereotipo no se volvió a quebrar hasta el año 2008, con el presidente Barack Obama. Sus casos han demostrado que la raza, el color o la religión ya no son un impedimiento para llegar a la presidencia de la primera potencia mundial. Sin embargo, aún pueden ser un importante lastre difícil de superar.

La religión forma una parte importante de la cultura de los estadounidenses y la libertad de culto es uno de los cimientos de su democracia. En 1960, un Kennedy aún candidato expresó su firme convicción en la separación de la Iglesia y el Estado durante su famoso discurso ante un grupo de protestantes. "No soy un católico que se presenta para presidente. Soy un americano que se presenta para presidente", afirmó.

Unas palabras que Mitt Romney, el principal aspirante en las primarias republicanas, citó en 2008 en su único discurso sobre religión para explicar su condición de mormón.

Romney era y es aún consciente de que los mormones son los que levantan más sospechas entre los votantes de Estados Unidos. Sin embargo, su alegato no cuajó y el exgobernador de Massachusets perdió las primarias contra el senador de Arizona John McCain.

Nuevos tiempos Esta vez, Romney no está solo. Entre los republicanos que han manifestado sus aspiraciones a la presidencia del país hay otro mormón: el exgobernador de Utah Jon Hunstman; una evangelista, la congresista Michele Bachman; dos católicos, el ex senador Rick Santorum y el ex líder de la Cámara de Representantes Newt Gingrich; y un judío, el analista político Fred Krager. Los únicos candidatos protestantes son el exgobernador de Minnesota Tim Pawlenty, el congresista Ron Paul y el empresario Herman Cain.

Sin duda, los republicanos han flexibizado su credo del hombre protestante blanco. Además, si se observan las últimas encuestas, dos candidatos no protestantes son los que tienen más posibilidades de ganar. El conocido Sondeo de Iowa, considerado un buen barómetro de las posibilidades de los potenciales candidatos en los caucus de Iowa, otorga a Mitt Romney un 23% de la intención de voto, mientras que Michele Bachman, la estrella del movimiento conservador Tea Party, logra el 22% del apoyo popular.

Esta encuesta es importante para medir las fuerzas de los candidatos ya que el caucus de Iowa inaugura el proceso de selección de candidatos de cada partido a la presidencia. El actual presidente Barack Obama vio despegar su campaña precisamente en este pequeño estado en el centro del país en enero de 2008.

Mitt Romney tiene una carrera empresarial de éxito y la mayoría de los estadounidenses lo conocen como el hombre que salvó los Juegos Olímpicos de invierno de Salt Lake City de 2002. Es un republicano moderado, con aspecto presidencial, capaz de atraer el voto independiente en unas elecciones que estarán marcadas por la marcha de la economía. Desde el primer momento, Romney ha puesto sus credenciales de buen gestor como su carta de presentación para conseguir la confianza de los votantes. Sin embargo, Romney es mormón, un religión ligada al secretismo. Una encuesta de Gallup revela que uno de cada cinco republicanos dice que no votaría por un miembro de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (así se llama la iglesia mormona).

A pesar de que en Estados Unidos viven seis millones de mormones y que personalidades conocidas como el comunicador Glenn Beck o el líder del Senado Harry Reid profesan esta religión, la mayoría de los estadounidenses siguen teniendo prejuicios contra los mormones. Sus miembros tienen la imagen de sectarios, controladores e, incluso, polígamos, aunque la iglesia mormona prohibió esa práctica a finales del siglo XIX.

Sin embargo, la oposición hacia un candidato mormón ha bajado tres puntos desde 2008. De hecho, Romney es el claro favorito de los republicanos y el exgobernador de Utah Jon Huntsman, el candidato más temido por la Casa Blanca, podría dar la campanada en las primarias. La diferencia entre los dos candidatos mormones es que Huntsman no se atreve a confersar que es practicante de esta fe. La razón, seguramente, es que es poco conocido entre el electorado estadounidense y no quiere que le cuelguen la etiqueta de mormón. Pero tanto Romney como Huntsman tienen un obstáculo más difícil de sobrellevar que su religión: su condición de candidatos moderados. Como gobernador de Massachusetts, Romney promulgó una ley sanitaria muy parecida a la reforma del sistema de salud que años después desarrolló Barack Obama para el país. Al parecer un pecado para los republicanos difícil de perdonar. Por su parte, Huntsman trabajó para el actual presidente como embajador de los Estados Unidos en China y alabó el paquete de estímulo económico. El otro gran pecado para los conservadores del partido.

La fuerza del Tea Party La reforma sanitaria y el plan de estímulo que ha aprobado el presidente Obama en esta legislatura son los dos demonios de los ultraconservadores del Tea Party. Su candidata favorita, Michele Bachman, ya ha dicho que combatirá la nueva ley de salud hasta erradicarla. Además los conservadores se sienten más cómodos con una candidata cristiana aunque evangelista que con un mormón. Por otra parte, los temas morales son muy importantes a la hora de decidir su voto y Hunstman ya ha dicho que apoya las uniones civiles entre homosexuales. El próximo candidato republicano no dependerá de su religión sino de la fuerza que tenga el movimiento conservador Tea Party.