Ciudad del Vaticano. Benedicto XVI proclamó ayer beato en el Vaticano a Juan Pablo II, en la beatificación más multitudinaria de la historia de la Iglesia, en la que dijo que el papa Wojtyla devolvió al cristianismo aquella carga de esperanza que se le dio al marxismo y a la ideología de progreso. Ante más de un millón de personas, según datos facilitados por el Vaticano y la Policía italiana, seis años y un mes después de su muerte, Juan Pablo II (1920-2005) fue elevado a la gloria de los altares por su sucesor, lo que no ocurría desde hacia mil años.
Benedicto XVI, que fue su colaborador durante 23 años, resaltó la figura del primer papa polaco de la historia y manifestó que subió al Solio de Pedro llevando consigo "la profunda reflexión sobre la confrontación entre el marxismo y el cristianismo, centrada en el hombre". "Su mensaje fue éste: el hombre es el camino de la Iglesia y Cristo es el camino del hombre. Con ese mensaje, que es la gran herencia del Concilio Vaticano II y de su timonel, Pablo VI, Juan Pablo II condujo al Pueblo de Dios al Tercer Milenio", afirmó el papa Ratzinger.
El Pontífice añadió que "aquella carga de esperanza que en cierta manera se le dio al marxismo y a la ideología del progreso", Juan Pablo II la reivindicó "legítimamente" para el Cristianismo, "restituyéndole la fisonomía auténtica de la esperanza, de vivir en la historia con un espíritu de adviento, con una existencia personal y comunitaria orientada a Cristo, plenitud del hombre y cumplimiento de su anhelo de justicia y de paz".
Benedicto XVI recordó la famosa frase de Juan Pablo II: "No temáis, abrid de par en par las puertas a Cristo!" y señaló que Wojtyla "abrió a Cristo la sociedad, la cultura, los sistemas políticos y económicos, invirtiendo con la fuerza de un gigante, fuerza que le venía de Dios, una tendencia que podía parecer irreversible". Y agregó que con su testimonio de fe, de amor, de valor y de gran humanidad "este hijo ejemplar de la nación polaca ayudó a los cristianos de todo el mundo a no tener miedo de llamarse cristianos, de pertenecer a la Iglesia, de hablar del Evangelio".
En una palabra, prosiguió el papa, "ayudó a no tener miedo de la verdad, porque la verdad es garantía de libertad" y devolvió a los hombres la fuerza de creer en Cristo. El obispo de Roma resaltó el valor que le daba Wojtyla al Concilio Vaticano II y recordó que decía que estaba convencido de que durante mucho tiempo más "las nuevas generaciones podrán recurrir a las riquezas que este Concilio del siglo XX nos ha regalado".
Perfume de Santidad Benedicto XVI dijo del nuevo beato que su ejemplo de oración siempre le impresionó y edificó, así como su testimonio en el sufrimiento. "El Señor lo fue despojando lentamente de todo, sin embargo él permanecía siempre como una roca, como Cristo quería", destacó Ratzinger. Sobre el proceso de beatificación, uno de los más breves de la historia y que se abrió sin esperar a los cinco años de la muerte, como contempla la normativa vaticana, el papa señaló que ya el día del funeral, el 8 de abril de 2005, "se percibía el perfume de la santidad" de Juan Pablo II y que el Pueblo de Dios manifestó de muchas maneras su veneración hacia él, el famoso Santo súbito.
Juan Pablo II fue proclamado beato en la festividad de la Divina Misericordia, instituida por él para honrar el culto impulsado por santa Faustina Kowalska, una religiosa de la que se consideraba discípulo y que es conocida como la Teresa de Jesús polaca. A la ceremonia asistieron más de un millón de personas, de ellas unos cien mil fieles procedentes de Polonia, que rompieron en un aplauso que duró numerosos minutos cuando a las 10.38 de la mañana fue elevado a la gloria de los altares.
En la fachada principal de San Pedro fue descubierto un retrato de tamaño gigante del nuevo beato, en el que se le ve sonriendo con la capa pluvial, copia de una foto de 1995. El papa estipuló que la fiesta litúrgica del flamante beato se celebre el 22 de octubre, aniversario del comienzo de su pontificado (en 1978). Tras la proclamación, las cámaras de televisión enfocaron el féretro del papa Wojtyla, colocado ante el Altar Mayor de la basílica de San Pedro para su veneración por los fieles.
Sor Tobiana, la monja polaca que le cuidó hasta su muerte, y sor Marie Simon Pierre -cuya curación de manera inexplicable para la ciencia del parkinson que padecía le ha llevado a la beatificación- llevaron hasta el altar mayor un relicario con una pequeña ampolla con sangre de Wojtyla.
Benedicto XVI usó el cáliz que utilizó en los últimos años Juan Pablo II y vistió una casulla y una mitra que también perteneció a su antecesor. Concelebró la ceremonia con cien cardenales de todo el mundo.