erika jara

Jerusalén recibía el día con cientos de policías apostados en sus calles tras la explosión ayer de un artefacto explosivo que dejó una mujer muerta y 30 heridos. La autoría del atentado sigue sin ser reclamada y, aunque Hamás se encuentra en el punto de mira, algunos lo relegan al final de la lista de sospechosos al no encontrar similitud en la sucesión de acontecimientos con el modus operandi de la facción. Es el caso Suhail Jalilieh, del Instituto de Estudios Aplicados de Jerusalén, quien se plantea la posibilidad de que "este ataque fatal no provenga de Palestina, sino que se enmarque en una lucha de tribus internas israelíes". Meir Margalit, fundador del Comité Israelí Contra la Demolición de Casas y exconcejal de Jerusalén tiene, sin embargo, sus dudas. "Los que más se benefician de este ataque son los sectores más radicales del lado palestino, -por lo que no descarto la autoría de un grupo de Hamás en Cisjordania- y del lado israelí, para quienes el atentado es una prueba más de que no existe compañero para lograr la paz".

El atentado se produjo un día después de que 8 gazauis, cuatro de ellos civiles y dos niños, murieran en Gaza víctimas de un ataque aéreo israelí cuando jugaban al fútbol frente a la puerta de su casa. Días antes, Hamás había lanzado 50 misiles a territorio israelí (sin causar víctimas) como respuesta a un bombardeo israelí anterior en el que murieron dos militantes de la facción. Hamás ofreció el pasado lunes 21 una tregua a Israel según la cual, si este cesaba de atacar la franja, aquel detendría el lanzamiento de misiles. Israel la rechazó y, esa misma noche, hirió a 18 personas con un nuevo ataque. Hamás no volvió a lanzar ningún cohete pero, tras la muerte de 8 gazauis el martes, la Yihad Islámica lanzó 2 misiles Grad contra la capital de Neguev, Beersheba, provocando numerosos destrozos. Meir Margalit cree que no existe vínculo entre el atentado y la escalada de violencia en Gaza, "pues obedecen a motivaciones diferentes". "Hamás sabe que la Franja no puede soportar otro bombardeo como el de la operación Plomo Fundido", señala, "e Israel también sabe que la comunidad internacional no volvería aceptar un ataque de las mismas características". Suhail Khalilieh, sin embargo, encuentra cierta relación entre los dos sucesos. Al igual que Margalit, piensa que Hamás no desea una escalada de violencia, pero por razones diferentes: "Las revoluciones árabes en Oriente Medio le impedirían recabar la atención de otras veces". En cuanto a las intenciones de Israel, "el Gobierno está haciendo con este atentado lo mismo que hizo tras el asesinato de la familia de colonos en Itamar: culpar a los palestinos sin pruebas". A día de hoy, "todavía no se han encontrado pruebas de la implicación palestina en el crimen de Itamar, pero señalarnos a nosotros le dio la oportunidad a Israel de relanzar la construcción de asentamientos en Cisjordania con la aprobación de 500 nuevas viviendas, un paso que, llevado a cabo en otras circunstancias, hubiera despertado una gran polémica". Ahora "vuelve a ser fácil y conveniente para Israel acusar a los palestinos de la autoría de este atentado para lanzar un ataque sobre Gaza cuya finalidad, entre otras, es la de entorpecer la reconciliación entre facciones palestinas". Netanyahu declaró en varias ocasiones, tanto antes como después del atentado, que "la Autoridad Palestina tiene que decidir entre la paz con Hamás y la paz con Israel".

En efecto, la visita del presidente palestino Mahmoud Abbas a la franja de Gaza en busca de la reconciliación podría suspenderse tras el atentando, el cual, además, "puede mermar la búsqueda de apoyos internacionales para la declaración de un estado palestino independiente que pretendía llevar a cabo en septiembre", apunta Margalit.

En Jerusalén, el pánico ha cundido. Margalit señala que sus habitantes, "quienes no olvidan las olas de atentados que sufrió la ciudad durante la Segunda Intifada, se preguntan si este será un acontecimiento aislado o estamos ante el umbral de una tercera intifada".

Desde el comienzo de 2011, Israel ha demolido 96 estructuras palestinas en Cisjordania, 32 de ellas residenciales, lo cual supone un incremento del 18% en el número de demoliciones al mes con respecto al año pasado. 175 personas, la mitad de ellos niños, han perdido sus casas. En Jerusalén Este, 364 instancias para legalizar la residencia en Jerusalén han sido rechazadas y cientos de palestinos habitantes en la ciudad corren el riesgo de ser desplazados. El intento de desmantelamiento de un puesto de avanzada israelí por parte del ejército hebreo provocó la represalia de los colonos sobre los palestinos que habitaban en las cercanías. Durante el pasado mes, 7 palestinos fueron heridos por armas de fuego disparadas por colonos, otros siete por pedradas, 2 fueron acuchillados, 2 golpeados, 6 coches resultaron calcinados y decenas de actos de vandalismo fueron registrados, entre ellos la quema de decenas de olivos palestinos. "Era de esperar que algo así sucediese", afirma Margalit con respecto al atentado. "Obama creó grandes expectativas con su llegada, y era obvio que algunos llegarían a expresar su frustración de manera violenta cuando no se cumpliesen".