el cairo. Los partidarios y detractores de Hosni Mubarak están librando una encarnizada batalla por el control de la simbólica plaza de Tahrir (Liberación), unos enfrentamientos que ya han dejado 13 muertos y 1.200 heridos, según confirmó ayer el Ministerio de Salud. Los manifestantes de la plaza, en la que se apostaron hace ya diez días, aprendieron el miércoles una valiosa lección: más vale estar prevenidos. Tras una noche de violentos choques entre defensores de Mubarak y quienes exigen su renuncia, la plaza de la Liberación cairota amaneció ayer totalmente sellada por barricadas. Las barreras, algunas de ellas dobles para poner distancia entre ambos grupos de manifestantes, formaban parte de un improvisado aunque eficaz sistema de defensa: en el interior de la plaza, los opositores habían amontonado piedras con el fin de tenerlas a mano en caso de necesidad; en una de las bocacalles se había construido una catapulta casera; algunos manifestantes daban la voz de alarma a través de silbatos cuando un grupo sospechoso se acercaba, mientras que los demás golpeaban con piedras las barandillas metálicas.
Los manifestantes antigubernamentales dieron una muestra más de la capacidad de organización de la que han hecho gala desde el inicio de las protestas. "Todas las entradas están bien protegidas, pero la calle del Museo es la más difícil de defender", señalaba Ashraf Saber, profesor de francés. La marea de gente armada de banderas egipcias que enarbolaban carteles con la cara de Mubarak iban desapareciendo y ya solo quedaba un centenar de personas poco organizadas. Los manifestantes pro Mubarak comenzaron a dispersarse por diferentes puntos de la capital, sembrando el pánico con disparos y agresiones con arma blanca. Uno de los escenarios de estos disturbios fue el Hotel Hilton, donde se encuentran la mayoría de los periodistas extranjeros.
Parece que el régimen de Mubarak no quiere testigos de lo que ocurre en las calles de El Cairo y los corresponsales estaban ayer en el punto de mira de los seguidores del presidente. Cinco periodistas fueron agredidos -un profesional griego fue apuñalado en la plaza de Tahrir- y algunos hoteles no quieren alojarles más tiempo. Además, un gran número de ellos así como varios miembros de Amnistía Internacional y Human Right Watch fueron detenidos por el Ministerio del Interior. Entre los arrestados estaban seis periodistas catalanes de TV3, que fueron retenidos durante cinco horas por la Policía Militar. Esto sucedía después de que la televisión asegurara que los periodistas extranjeros estaban instigando las manfiestaciones.
Heridos pero firmes Mientras, en el interior de la plaza, la gente, con brazos escayolados y con vendas en la cabeza, se mezclaba con hombres y mujeres que repartían comida y bebida entre los que habían pasado la noche en Tahrir. Huda, que se encuentra en la plaza con su hermana y su padre desde hace dos días, explicaba que "defendimos la plaza hasta las cuatro de la mañana. Los manifestantes pro Mubarak eran policías y venían con cuchillos y pistolas". Mahmud, de 17 años, con la cabeza vendada, aseguraba haber visto cómo un hombre disparaba a otro directamente en la cabeza.
Ashraf Saber, herido también por una piedra en la cabeza, aseguraba que "de los 200 que conseguimos detener ayer, muchos aseguraron que les habían ofrecido 500 libras y un futuro puesto de funcionario por crear problemas". En cuanto a quién les pagó, "fue el Gobierno, aunque seguro que gente rica con intereses particulares también los impulsó". "No podemos esperar ni una hora más a que Mubarak se vaya, porque si se queda, estamos seguros de que estas cosas seguirán pasando", añadía. Según Mohammed Musri, cirujano que acudió a la plaza por la noche para ayudar a atender a los heridos, "Mubarak pretende usar el divide y vencerás, pero no lo conseguirá". En las barricadas que rodeaban la plaza, el sistema de seguridad parecía dar sus frutos. Los cordones humanos pedían el carné de identidad egipcio, que contiene la profesión de la persona y, de tanto en tanto, los manifestantes clamaban haber atrapado a otro "espía"; lo arrastraban dentro de la calle, lo interrogaban entre amenazas y lo registraban.
Sin embargo, los disturbios entre los dos grupos de manifestantes estallaron de nuevo en la calle del Museo alrededor de las 13.00 horas, lo que obligó a los soldados a realizar disparos al aire para separar a ambos grupos. En el lado de los defensores de Mubarak la tensión era latente. Los soldados paraban a los extranjeros que se aceraban y les aconsejaban que se quedasen a su lado por su seguridad. Los manifestantes no querían hablar con los medios y algunos les increpaban e, incluso, intentaban agredirles y quitarles el material. Poco después del comienzo del toque de queda, estallaban nuevos enfrentamientos. Al mismo tiempo, cientos de hombres y mujeres accedían a la plaza de Tahrir y prepararse para defenderla una noche más de la ira de los seguidores de Mubarak.
El Cairo fuera de Tahrir Si bien la plaza está llena de egipcios y el martes se contaban por millones, gran parte de los cairotas continúa con su vida normal. Es difícil encontrar a alguno que no esté de acuerdo con el cambio que, tarde o temprano, se producirá con la salida de Mubarak del poder. Sin embargo, muchos admiten tener miedo. "Ver la guerra entre egipcios en las mismas puertas del Museo fue demasiado", reconocía Zuzu. "Que le dejen a Omar Suleiman tomar el poder, porque lo hará bien". "La situación no puede seguir así, tenemos muchas baldas vacías", protestaba Karim, cajero de un supermercado. Como muchas personas fuera de Tahrir, tiene "miedo del futuro si nos quedamos ahora con un vacío de poder".