Túnez. La llegada ayer a Túnez del carismático líder del partido islamista Al Nahda (Renacimiento), Rachid Gannuchi, tras un exilio de 21 años en Reino Unido, supone el fin del mito del "enemigo integrista" que forjó el depuesto presidente Ben Alí y afianza la credibilidad de la transición democrática tunecina.
Al grito de "el pueblo es musulmán y no se rinde" o "no hay más Dios que Alá y Alá es grande", las más de dos mil personas concentradas en la sala de llegadas del aeropuerto internacional de Túnez se abalanzaron para saludar al dirigente que salió del aeropuerto protegido por varias decenas de seguidores.
"Hoy vuelve Gannuchi a su pueblo, a su país, para ver cumplidos sus derechos políticos", dijo e Mohamed al Behiri, miembro del comité ejecutivo del movimiento Al Nahda (Renacimiento en árabe), del que Gannuchi es su máximo dirigente.
"La presencia hoy de Gannuchi es una muestra de la libertad y de que todos los tunecinos, sin excepción, gozan de libertad", agregó, antes de subrayar que "lo que hoy ha ocurrido era impensable antes del 14 de enero", en referencia a la huida del país del presidente Ben Ali tras un mes de protestas populares.
Por su parte, el también líder del movimiento islámico tunecino Abdelfatah Moro declaró: "Hoy es un día de alegría, no sólo para nosotros, sino para todo Túnez".
Moro que subrayó que no defienden el lema "el islam es la solución", indicó que la prioridad de su grupo, en estos momentos, es elaborar un programa para ayudar a los más necesitados y no presentarse a las próximas elecciones.
Junto a los miles de personas que se habían acercado al aeropuerto, entre las que destacaba la abundancia de mujeres con velo, dos decenas de jóvenes exigían un Túnez laico. "No estamos en contra de que Gannuchi vuelva o se presente a las elecciones, pero sí en contra de que se presenten con un programa islámico", dijo una de las participantes Lidia Sanuli.
Algunas de las jóvenes que se desplazaron al aeropuerto para criticar al líder islamista llevaban pintados bigotes y barbas para denunciar lo que consideran un trato discriminatorio por parte del islamismo político a las mujeres.
Gannuchi ha declarado recientemente que no tiene intención de imponer en Túnez una república de corte islámico.
El dirigente islámico, que abandonó Túnez en 1989, fue condenado a cadena perpetua, en rebeldía, en 1991 y era considerado por el antiguo régimen de Ben Ali como un terrorista en fuga. En 1993 obtuvo el asilo político en el Reino Unido, donde ha vivido hasta ahora.
El regreso de Gannuchi se produce después de que el primer ministro tunecino, Mohamed Ganuchi, anunciara hace una semana una amnistía general.
Mientras tanto los tanques del Ejército han empezado a retirarse del centro de la capital, en un paso más a la normalización de la situación en el país.
La llegada de Gannuchi, que también ha sido criticado por algunos líderes islámicos dentro y fuera de su partido, fue propiciada por las protestas tunecinas que estallaron el pasado diciembre y que provocaron la huida de Ben Ali el pasado 14 de enero. Para muchos marca un hito en el proceso de reconciliación nacional, necesario para la constricción de un futuro democrático.
Sin embargo, parte de la sociedad tunecina, como el miembro del comité político del partido laico Al Taydid Hatem Chaabouni, teme que la inclusión de un partido islamista en el juego político implique una perdida de la influencia del laicismo tunecino.
Para intentar desvanecer estos temores, responsables de Al Nahda han insistido recientemente en que admiten el principio de un estado laico al estilo turco.