vitoria. Antes de amanecer, la última brigada de combate estadounidense abandonaba ayer Irak. Siete años y cinco meses después del inicio de la guerra, Washington ponía fin a las operaciones de combate -dos semanas antes de lo anunciado-. La brigada de combate Stryker dejaba atrás un espantoso balance: 4.419 militares estadounidenses muertos, un número indeterminado de iraquíes -se estima que más de 100.000- y un país con un futuro más bien incierto. Con un recrudecimiento de la violencia y un gobierno débil, donde las tensiones entre suníes y chiíes siguen a flor de piel, son muchas las dudas que surgen sobre la capacidad del país árabe para asumir la seguridad. La retirada de ayer no marca aún el repliegue completo de las tropas, aún quedan en Irak alrededor de 56.000, cifra que se reducirá a 50.000 después del 31 de agosto, la fecha fijada por Estados Unidos para poner fin a su misión de combate. Así, en septiembre comenzará una nueva etapa, la de la Operación Nuevo Amanecer, en la que los 50.000 soldados estadounidenses realizarán labores de entrenamiento y asesoramiento a las fuerzas iraquíes con la vista puesta en su retirada definitiva en diciembre de 2011. Además, las tropas de combate serán remplazadas por contratistas -empresas de seguridad privada- que se encargarán de la prevención de ataques mediante el uso de radares, la detección de artefactos explosivos y la dirección de drones (aviones no tripulados), según adelató ayer el diario The New York Times.

El Departamento de Estado estadounidense tiene pensado casi triplicar el número de efectivos privados en Irak, y pasarán de los 2.500 actuales a los 7.000. La presencia de empresas de seguridad privadas en el país no agrada a los líderes iraquíes, que se han quejado de las bajas civiles que han provocado a lo largo de estos siete años en diferentes episodios -el caso más sonado fue el escándalo de Blackwater, que mató a 17 civiles en 2007-, sin embargo, los contratistas presentes en el país actualmente no gozarán de inmunidad y podrán ser procesado por las autoridades iraquíes.

Dudas Mientras, en Irak, la población fija su mirada en 2011, cuando se dé la retirada definitiva y cuando comiencen realmente el desafío. Nadie esconde sus dudas sobre la capacidad de las fuerzas policiales y militares iraquíes para controlar la seguridad en el país, temen, además, un aumento de la violencia, así como de las tensiones étnicas y políticas. "La retirada militar de Estados Unidos es una demanda nacional, pero los estadounidenses no deberían dejar un vacío que permita violaciones a la seguridad", asegura a Qasim Abid Muhammad, sobreviviente de un atentado suicida ocurrido en la provincia de Anbar el año pasado. Incluso Tariq Aziz, ex asesor de Saddam Hussein, ha advertido recientemente de que Estados Unidos "está dejando Irak a los lobos". "Cuando uno comete un error debe corregirlo, no dejar morir a Irak", apuntó. La seguridad está fracasando en muchos frentes. En los últimos meses se ha registrado un continuo recrudecimiento de la violencia. Símbolo de los desafíos son los fusiles de asalto AK-47 con los que simples policías de tránsito se protegen a sí mismos de los crecientes ataques. Tras el fuerte incremento de las tropas de Estados Unidos en 2007 y la campaña a gran escala contra los insurgentes, la violencia cayó drásticamente. Sin embargo, las cifras son cada vez peores. Según datos del Monitor de la Libertad Constitucional y de la Carta de Derechos Humanos, un grupo iraquí, unos 400 civiles murieron por mes en el primer semestre de 2010 y otros 1.200 resultaron heridos cada mes. Estas cifras son ligeramente más altas que en el mismo período de 2009. Julio, con unos 500 muertos, fue el mes en el que se registraron más víctimas en los dos años desde que se sintieron los beneficios de la campaña de 2007 dirigida por el general David Petraeus, que ahora dirige la misión de las fuerzas internacionales en Afganistán.

La renovada violencia es preocupante, si bien está causando solo una fracción de las muertes que ocasionaban en 2006 los ataques interétnicos, que dejaban hasta 3.000 civiles muertos en un mes. Sin embargo, para muchos el problema está relacionado con Estados Unidos, que encabezó la coalición de tropas que invadió Irak para buscar unas armas de destrucción masiva que nunca existieron. El desmantelamiento del Ejército iraquí y otras instituciones clave es vista como la causa que llevó la turbulencia al país.

Majashe Jalaf al Jabouri, un jubilado de 65 años en Kirkuk, de gran diversidad étnica y rica en petróleo, está seguro de que las cosas mejorarán. Al Jabouri cree que se puede alcanzar una armonía, pero eso requeriría primero un estímulo para reducir el respaldo a los insurgentes. Sin embargo, muchos temen lo peor. Las tensiones políticas y étnicas podrían aumentar aún más el nivel de violencia. "Las minorías serán la víctima principal. Son marginales y una víctima de los grandes partidos religiosos, grupos terroristas y agendas regionales", asegura Mustafa Mahmud, de 47 años, también originario de Kirkuk. "La presencia de los estadounidenses es importante y para todos debería haber garantías de unidad iraquí antes de su partida", concluye Mahmud, miembro de la minoría turcomana.