HACE exactamente un año, el 27 de diciembre de 2008, Israel lanzó una amplia ofensiva militar a gran escala contra la población y las infraestructuras de Gaza. Era el inicio de la operación Plomo Fundido, la mayor ofensiva militar israelí en la Franja de Gaza en casi 42 años de ocupación, y durante 23 días tendría en vilo al mundo entero por la crudeza de los ataques aéreos y de la artillería israelí contra la población.
Fue el preludio de una masacre que acabó con la vida de 1.414 palestinos, de los que 1.177 eran civiles (el 83%), 313 de ellos eran niños y 118 eran mujeres. Los ataques indiscriminados dejaron 5.303 heridos y destrozaron por completo 3.350 hogares, más de 2.850 quedaron muy dañados y unos 53.000 sufrieron daños menores, según las cifras aportadas por el informe del Centro Palestino para los Derechos Humanos (CPDH). Además, se ha constatado la destrucción de la mayor parte de la infraestructura civil de la ciudad de Gaza, al menos 25 escuelas, 20 mezquitas, 1.500 talleres y cientos de comercios destruidos, hospitales, almacenes de alimentos, instalaciones de la UNRWA, puentes, carreteras y las principales líneas de desagüe.
Tal destrucción ha agudizado las penurias de la población a lo largo de este año, una situación que ya era crítica tras los dos años y medio de absoluto bloqueo con el que Israel sigue estrangulando a un millón y medio de habitantes con el argumento de castigar al gobierno de Hamás, que desde mediados de 2007 controla la Franja tras expulsar a Al Fatah de este territorio.
Sin embargo, el efecto resulta ser el contrario del esperado por las autoridades israelíes, ya que el movimiento islamista, que ganó las elecciones en 2006, no parece perder el apoyo de la población, incluso de aquellos que no le votaron.
La vida sigue, sí, pero es sólo una ilusión de lo que fue vivir, porque el trauma y la destrucción lo ensombrecen todo, el fantasma de la tragedia campa a sus anchas en cada hogar destruido, en cada ruina arrasada -donde aún se hacinan las familias-, en cada casa quemada y en cada corazón destrozado.
Miles de habitantes de Gaza continúan sin poder reconstruir sus casas, porque Israel no permite la entrada de materiales de construcción a la Franja con el cierre de los pasos fronterizos. Pese a los reiterados llamamientos de Naciones Unidas y de las ONG internacionales, el asedio continúa y el invierno se les ha echado encima sin ningún medio para afrontarlo.
Los miles de millones de ayuda internacional comprometida para la reconstrucción y para sostener la economía palestina sirven de poco o nada ante el el empeño israelí en que la población de Gaza no pueda reconstruir sus casas, escuelas, hospitales o comercios. Los materiales como cemento, cristales, arena, grava, madera, tuberías, estructuras de metal y los equipos necesarios para las obras de reparación del suministro de agua, red eléctrica y alcantarillado, esperan al otro lado de la frontera. Desde la operación militar de diciembre-enero pasado sólo han entrado en la franja 41 camiones con material de construcción, mientras que serían necesarios miles para una reconstrucción efectiva, pero Israel continúa violando el derecho internacional que declara la ilegalidad del bloqueo, entre otros, la resolución 1680 del Consejo de Seguridad de la ONU y el Acuerdo de Movilidad y Acceso firmado entre Israel y la Autoridad Nacional Palestina en el año 2005.
Antes de iniciarse el bloqueo en 2007, salían por los seis controles fronterizos oficiales una media de 70 trailers de exportaciones desde la franja de Gaza y entraban unos 583 de bienes y suministros humanitarios, pero salvo excepciones muy escasas -como trabajadores humanitarios, pacientes, estudiantes o algún comerciante- nada ni nadie cruza ya esos controles.
Actualmente sólo se permite la entrada de 35 tipos de artículos -principalmente alimentos básicos y medicinas- frente a los 4.000 que se importaban antes del bloqueo. Además, no existe una lista oficial de qué artículos están permitidos, por lo que un día se consideran “esenciales” las frutas, mientras que al siguiente pasan a ser un artículo “de lujo”.
Vuelta de tuerca egipcia
Entre tanto, Egipto da una vuelta más de tuerca para asfixiar aún más a la población palestina de Gaza. La economía de los túneles es la única alternativa para que los palestinos puedan tener lo imprescindible para vivir o reconstruir algo del desastre, pero en los últimos días Egipto ha iniciado la construcción de un muro metálico subterráneo para cortar el acceso a la red de túneles que cruzan la frontera.
Esta obra obedece a los reiterados intentos de Egipto de contrarrestar el contrabando a través de esta red formada por hasta 300 túneles de entre 15 y 30 metros de profundidad, que cruzan el subsuelo entre ambos territorios, y por donde se pasan no sólo armas y municiones -como argumentan Israel y Egipto-, sino alimentos, materiales de construcción, coches, motos, medicinas y combustible en cantidades mucho mayores de las que, arbitrariamente, permite Israel importar a través de los cruces oficiales.
Eventualmente, la aviación israelí ha efectuado bombardeos sobre estos túneles, pero también las Fuerzas egipcias los destruyen casi cada semana o los llenan con gas, a menudo con personas dentro. Según apuntan algunas informaciones, se han visto patrullas conjuntas egipcio-norteamericanas en Rafah intentando detectar los túneles con sensores, e incluso se habla de la construcción de una carretera para patrullar la frontera. Pero los contrabandistas egipcios creen que lo único que lograrán con ese muro será elevar el precio de las mercancías, perjudicando aún más a la población de Gaza.
El informe Goldstone
Pese al demoledor informe que la comisión Goldstone presentó acusando a Israel de cometer delitos equivalentes a “crímenes de guerra” en su ofensiva contra Hamás hace un año, todavía no se han visto qué acciones legales puede desencadenar. Israel continúa impune, mientras la comunidad internacional no hace el suficiente esfuerzo para poner en marcha la maquinaria diplomática pesada que tenga un efecto real sobre los abusos israelíes. Otras voces, como la de los soldados israelíes que prestaron sus testimonios para la organización Breaking the Silence, denunciaron la masacre que ellos mismos estaban perpetrando. La crudeza de las imágenes que se pudieron ver no dejan lugar a dudas de que lo que allí pasó no puede estar justificado de ninguna manera.
La imagen de Israel está tocada como se ha visto con la suspensión de un viaje de la ministra de exteriores israelí, Tzipi Livni, a Londres ante el temor a ser detenida, y el imparable avance de la campaña de boicot, desinversiones y sanciones como medida de presión a este país.
Además, la coalición internacional para terminar con el asedio ilegal de Gaza ha decidido movilizar a un contingente internacional por la no violencia sin afiliación política. La marcha saldrá de El Cairo para entrar a la Franja de Gaza a través de la frontera a Rafah y comenzará hoy y concluirá el 2 de enero.