Vitoria. Las palabras de la ex parlamentaria afgana -en 2007 le prohibieron ejercer su cargo por comparar a los legisladores con animales de establo- resuenan a juventud y a madurez. Destilan determinación, esperanza y atrevimiento; pero también dejan entrever sufrimiento y hastío.

¿Qué le impulsó a alzar la voz y arriesgar su vida para que los derechos civiles sean respetados en Afganistán?

Creo que los derechos, así como la democracia, no son algo que nos concede alguien como si fuera un ramo de bellas flores. Soy demócrata e intento asumir mi responsabilidad. La historia de mi país y de otras naciones nos enseña que la democracia no vendrá con las pistolas, con las bombas. Muy al contrario, tenemos que trabajar para defender esos valores. No puedo mirar a otro lado.

La imagen sobre la situación de la mujer en Afganistán nos ha llegado a Europa a través de películas como Osama o Kandahar, que retratan la opresión talibán. ¿Ha cambiado algo con la caída del régimen integrista?

Desafortunadamente, la mayoría de las películas y libros sobre Afganistán ofrecen una parte de la foto, porque retratan sólo a un enemigo: los talibanes. Pero también considero importante hablar sobre el fundamentalismo que ha reemplazado ese régimen. Nuestro desastre, de hecho, es fruto de esa realidad. Esas películas, aunque hablan de crímenes contra las mujeres, no muestran su resistencia. Tenemos muchas heroínas en Afganistán, aunque viven en la clandestinidad.

¿A qué se refiere con la perpetuación del fundamentalismo?

Entre 1992 y 1996, antes de la dominación de los talibanes, estos fundamentalistas estuvieron en el poder. Solamente en Kabul mataron a 65.000 civiles inocentes. Cometieron muchos crímenes contra las mujeres y contra los derechos civiles. Después del 11-S, han vuelto a estar al mando del país. Llevan corbata, están afeitados y hablan de derechos de las mujeres, pero no creen en la democracia. Por eso, en la mayoría de las provincias, la vida de las mujeres sigue siendo un infierno.

¿Puede poner algunos ejemplos de esa opresión?

No son sólo los talibanes quienes cometen los crímenes, sino que también los señores de la guerra lo hacen. Ellos también mezclan el Islam con la política para utilizarla contra las mujeres y contra el pueblo. Recientemente, han creado una ley contra las mujeres chiítas, muy similar a las normas de los talibanes: esta ley no les permite ir al médico, salir de casa o tener un trabajo sin el permiso de sus maridos, algo que va en contra de derechos fundamentales de la mujer. Secuestran a las mujeres, arrojan ácido a chicas de 15 años que van a la escuela. La violencia contra ellas está aumentando rápidamente. Recientemente, una chica de cinco años fue secuestrada, violada y asesinada; su familia encontró su cadáver. Además, han convertido Afganistán en el primer productor mundial de las drogas.

¿La intervención militar de países como España o Estados Unidos está poniendo freno a esa realidad?

La política que gobiernos como España y EEUU promueven en Afganistán es equivocada y ampara crímenes de guerra. El Gobierno español no es honesto con los habitantes de Afganistán. Están gastando dinero para apoyar el sistema mafioso de Hamid Karzai. La gente de España, del País Vasco, de Cataluña, debería alzar la voz contra el Gobierno español por seguir la senda de EEUU. Les pido que apoyen la educación de nuestra gente lo más que puedan, que al fin y al cabo es la llave de la emancipación. Ustedes quizá sientan que pueden hacer poco, pero para nosotros es mucho. Pido a la sociedad, a las organizaciones humanitarias, pacifistas y feministas, que presionen para cambiar la política del Gobierno español.

Su compromiso la ha convertido en símbolo de la lucha por la igualdad y la libertad. ¿Qué siente al no poder ejercer plenamente su actividad política en su país?

Existen muchísimos retos y riesgos. Yo mismo he sufrido cinco intentos de asesinato. Pero creo en la historia de mi país, en los derechos de las mujeres, en la democracia. Si estoy vivo es por ellos. No quiero irme de Afganistán. No soy más que los millones de personas que están sufriendo injusticia, inseguridad, corrupción, desesperanza, crueldad... Ahora vivimos entre dos enemigos: las fuerzas de ocupación que matan, bombardean y asesinan civiles inocentes -mujeres y niños sobre todo-, y el fundamentalismo.

Tras 30 años de guerra, debe ser difícil hallar indicios para la esperanza. ¿Observa alguna?

Estoy en contacto con familias cuyas hijas han sido violadas. Trato de ofrecerles esperanza, coraje. Después de tantos años de guerra, hemos perdido todo, pero hemos ganado una cosa positiva: la conciencia política ha crecido mucho entre nuestra gente. Ésta es la esperanza y por ello debemos arriesgarnos los demócratas, para transmitirles determinación y coraje a quienes sufren. Además, hay que decir que la llamada lucha contra el terror ha servido como excusa para cometer crímenes de guerra. Nuestro país ha sido ocupado, pero la gente que sufre debe alzar su voz. El silencio de la gente buena es peor que la acción de la gente mala.