bilbao - El GLC constituye el segundo intento de Mercedes de dejar su impronta entre los SUV Premiun de proporciones medias. El anterior fue el GLK, que no llegó a fraguar del todo, probablemente por su diseño algo abrupto. El modelo sucesor cambia de estilo y, siguiendo los nuevos rumbos estéticos de la casa, redondea sus líneas y pega el estirón. Como es obvio, los progresos alcanzan a los modales, pulidos gracias a las mejoras técnicas aplicadas. En consecuencia, la marca alemana de la estrella vuelve a estar en condiciones de presentar dura batalla a sus compatriotas: el GLC es rival directo del Audi Q5 y del BMW X3.
El nuevo pretendiente es un imponente y refinado automóvil multiusos. Su envase, con un innegable aire de vehículo familiar, supera el tamaño de su antepasado: ocupa 4,66 metros de largo (12 centímetros más), 1,89 de ancho (5 cm. más) y 1,64 de alto (1 cm. más); la batalla también aumenta (12 cm.) hasta alcanzar 2,87 metros. Esas cotas permiten que su esmerada y completa cabina pueda acomodar a cinco adultos con abundante equipaje (el maletero tiene 550 litros, 80 más que el del GLK).
Pese al aumento de tamaño, el GLC es 80 kilos más ligero que su predecesor. También afina considerablemente su aerodinámica. Ambas cualidad, unidas a los avances de las mecánicas, propician un óptimo aprovechamiento energético. La oferta inicial de propulsores contempla dos unidades diésel de cuatro cilindros, 220d de 170 CV y 250d con 204, que aseguran conformarse con un mínimo de 5,0 litros a los cien. El repertorio puede incorporar también una opción gasolina de 211 CV y otra híbrida, que vincula este motor con otro eléctrico de 116 CV.
Todas las versiones equipan tracción integral permanente 4Matic y transmisión automática 9G-Tronic. Pueden instalar suspensión neumática, así como un paquete ‘off road’ que perfecciona el rendimiento dinámico fuera del asfalto. El GLC 220d 4Matic (170 CV) cuesta un mínimo de 51.345 euros; para hacerse con el 250d (204 CV) hay que desembolsar dos mil euros más.