bilbao - El 1 de junio de 2014 se firmó el acta de constitución de la marca DS. Es, por tanto, la partida oficial de nacimiento de una firma que, hasta ese momento, solamente era la línea refinada que reinterpretaba productos de Citroën. La segregación ha comportado una reafirmación de las señas de identidad de la nueva marca que, empeñada en seguir libremente su propio rumbo, no duda en presentarse como legataria directa del estilo promovido en los años cincuenta por el popular e innovador DS Tiburón.

El ADN de aquel impactante coche podría encontrarse en cualquiera de las creaciones actuales de la casa, caracterizadas por un toque ‘chic’ pero también por tener las ruedas en el suelo. El legado más evidente es el talante innovador. El antiguo ‘haiga’ de la burguesía francesa -diseñado por el italiano Bertoni, todo hay que decirlo- destacó en la época por su concepción futurista y por incorporar soluciones innovadoras como la suspensión hidroneumática. El Tiburón, que se mantuvo en catálogo hasta 1975, es hoy una codiciada pieza para los coleccionistas.

La nueva DS parece dispuesta ahora a reverdecer laureles y a convertirse en el máximo exponente de la exquisitez automovilística francesa. Tiempo al tiempo. De momento, para lograrlo necesita ampliar y reconsiderar la escueta gama de modelos disponibles, todos desarrollados antes de la disgregación. Propone tres productos al público europeo: el compacto DS3, que a su vez dispone de una espléndida interpretación convertible, un DS4 alter ego del C4 y el recién renovado DS5. Al mercado chino dirige también un DS5 LS con silueta sedan y una berlina DS 6 de gran eslora que no está claro si algún día llegará aquí.

Desde su lanzamiento a la sombra de Citroën hasta la actualidad, DS ha acumulado más de veinte mil clientes en el mercado español. Para conmemorar los sesenta años del Tiburón, DS prepara una edición limitada de sus modelos, denominada 1955.