El presidente de Francia, Emmanuel Macron, se sacudía el lunes por la noche por unas horas la crisis política de su país para pronunciar un discurso en la conferencia previa a la Asamblea General de la ONU en el que oficializó el reconocimiento de Francia del Estado palestino. Un discurso medido, que une a Francia al Reino Unido en este paso y deja ya solo a EEUU entre los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. El gesto es muy simbólico, aunque si hoy volvemos la mirada a Gaza, el simbolismo se queda en eso, en un gesto, porque el drama que viven miles de gazatíes bombardeados, desplazados, hambrientos continúa. Veremos si este gesto se queda solo en el simbolismo o sustenta algo más. Durante el discurso de Macron se vio una imagen, también muy simbólica: los asientos vacíos de Israel, con un llamativo tapizado raído. Los asientos... ¿se acuerdan del escaño de Mariano Rajoy ocupado por el bolso de Soraya Sáenz de Santamaría durante el debate de la moción de censura que lo desalojó de la Presidencia? Pues ahí estaban, los asientos vacíos de Israel, imagen de la soledad creciente; asientos raídos como los del resto de países de una institución, la ONU, desgastada y escasamente operante y, paradojas, quizá más necesaria que nunca.
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