Inaugurada de manera oficial la temporada de caldo en nuestro amado templo del cortado mañanero, a un grupo de viejillos se les fue la mano el martes no sabemos si con el vino blanco o con el tabasco. Así que decidieron que en esta época de gusto por lo excesivo y la mentira, ellos podían hacer una serie de aportaciones fundamentales para el normal desarrollo de la especie humana. Por ejemplo, se les ocurrió que ya que nuestro Ayuntamiento ha decidido adelantar el encendido de las luces navideñas, lo suyo sería proponer que no haya ninguna. Pero no solo quitar las propias de este momento de jolgorio colectivo. No, no. Que no haya ni de farolas, ni de locales comerciales, ni de casas. En su lugar, ya que el personal no se despega de los móviles, su apuesta es que solo se funcione con las linternas de los teléfonos. También concluyeron que viendo que está saliendo tanto bulo con las inundaciones en el Levante, lo propio sería crear un colectivo de negacionistas del tiempo, cuyo principio básico sería que el xirimiri es la punta del iceberg de una gran conspiración meteorológica para adueñarse del universo. Ya cuando uno de los aitites empezó a especular con la posibilidad de que los veganos sean extraterrestres que han llegado a la tierra para dominar al ser humano dejándole sin torreznos, yo ya me rendí.
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