Ya me temía yo que me los iba a encontrar así a la vuelta de las vacaciones. En realidad este año hemos llegado a superar las expectativas. Le ha pasado a una de las viejillas de nuestro amado templo del cortado mañanero. Es debutante en esto de los periodos de adaptación y los abueletes veteranos en estas lides se lo están pasando como enanos viéndola sudar la gota gorda para cumplir con los horarios diversos y cada día cambiantes de los dos querubines. Pero ahí no ha quedado la cosa. El yerno le ha pedido, muy amablemente eso sí, que como los churumbeles van a empezar desde críos a darle a la cosa del inglés y del francés, igual ella podría ir aprendiendo unas frases para que se les haga el oído. Esto lo contó el lunes pasado y el descojono fue tal entre la parroquia, que las carcajadas estuvieron a punto de rebasar el récord existente en el bar. Ese se marcó no hace tanto cuando un alma perdida en la vida entró pidiendo un vino tinto sin alcohol, lo que estuvo a punto de ocasionarle un séxtuple infarto al corazón a nuestro querido escanciador de café y otras sustancias, sobre todo tras demostrarle que eso existe y que se paga dinero por ello. A resultas, que la mujer anda que ni respira ni le ha podido decir a su yerno que le pueden ir dando mucho por ahí y, además, en varios idiomas.
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