Estos días han empezado a corretear esos grandullones que componen la plantilla del Baskonia, santo y seña del deporte alavés. Como cada año por estas fechas, son muchas las novedades que presenta la primera plantilla. Durante los últimos días se han presentado como mandan los cánones para regocijo de esos hinchas que ya se suben por las paredes por la tardanza del inicio de la temporada de baloncesto. Sin embargo, las ilusiones de la parroquia azulgrana este año se centran en otra estrella, quizás, la más mediática de entre los fichajes que han arribado al parquet del Buesa Arena. Y, curiosamente, no es un jugador. Pablo Laso, el hijo pródigo, aquel que capitaneó como jugador el primer título de Copa de un club que empezaba a codearse con lo mejor del panorama estatal y que asomaba la cabeza en las competiciones internacionales, ahora es el entrenador. Llega con un historial de títulos inigualable logrado a los mandos de un gigante global como el Real Madrid o del tótem alemán Bayern de Múnich. Ahora, en Vitoria, su tierra natal y donde mamó baloncesto desde la cuna, demostrará que es profeta en su tierra. Y nosotros se lo agradeceremos igual que hemos hecho siempre ante las leyendas baskonistas: con el respeto venerable que merecen las estrellas.