Está el verano meteorológico, el astronómico, el del calendario laboral de cada cual y mi favorito: sí, Gibraltar ha vuelto a nuestras vidas un verano más. Gibraltar, menos de siete kilómetros cuadrados de península estratégicamente situados que sirven de recurrente motivo de refriega a las clases políticas española y británica. En este caso, con telón de fondo futbolístico, escenario habitual de otras escaramuzas políticas ya clásicas. Algunos jugadores de la selección española decidieron celebrar su triunfo en la Eurocopa al grito de Gibraltar es español en Cibeles, sabrán ellos por qué o no. En el frenesí de la celebración, ese otro gran futbolista que es el alcalde de Madrid –conocido por su infalible puntería a la hora de dar balonazos a la concurrencia cada vez que se acerca a un esférico– se sumó al coro. Y en Gibraltar se han mosqueado. El Gobierno del Peñón ha tachado estos “comentarios rancios” de “enormemente ofensivos”. No sé qué opinaría Martínez-Almeida si, yo qué sé, la selección de Marruecos cantara que Melilla es marroquí... Qué tendrán las celebraciones futbolísticas... En Argentina Javier Milei le ha aplicado la motosierra a su subsecretario de Deportes por la polémica desatada en torno a los cánticos contra la selección de Francia. Alta diplomacia y fina geoestrategia estas del mundo del fútbol.