Ya estamos todos sumergidos en la tediosa campaña electoral. En el escenario político vasco y español, nos encontramos con una situación que resulta francamente agotadora: las constantes llamadas a las urnas que se repiten cada pocos años. El sentimiento que muchos ciudadanos experimentamos ante este panorama es de profundo hartazgo, sobre todo tras ver en lo que se han convertido nuestros servidores públicos. Ya se sabe lo que nos viene encima estos días: promesas manidas que resultan muy poco creíbles en la mayoría de los casos y discursos vacíos que se los lleva el viento. Nuestros gobernantes parecen ser el prototipo de paciente que acude a la atención primaria con múltiples enfermedades crónicas. No se ocupan realmente de los verdaderos problemas de la sociedad y existe una gran distancia entre ellos y gran parte de los ciudadanos. El acto de votar es fundamental para el funcionamiento de una democracia, pero el problema radica en que las campañas electorales suelen seguir siempre un mismo patrón, sin que se vean avances significativos en la realidad. Aunque algún partido pueda merecer un mayor voto de confianza que otro, nuestras necesidades y preocupaciones no son verdaderamente atendidas a la larga. Por fortuna, dentro de dos semanas volveremos a la normalidad.
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