¿Os acordáis de la última predicción que dejé en este mismo espacio previa a unas ansiadas vacaciones? Bien, pues como pitonisa

excesivamente positiva rozando lo imposible no tengo precio. No solo la guerra en Ucrania no ha terminado, sino que se le ha sumado otro conflicto que parecía en calma. Un atentando ha vuelto a despertar el ojo por ojo y el odio vuelve a cegar a los que gobiernan. Ahora en vez de una guerra menos, tenemos una más. Como consecuencia los precios, lejos de estabilizarse, no hacen nada más que encarecerse haciendo casi imposible comprar alimentos tan básicos y necesarios como el oro líquido, que ya está a nivel de diamante, de muchos quilates, además. Ahora los créditos al banco los tendremos que pedir para poder comprar aceite, además de necesitarlos para el resto de gastos que se están acumulando en lo que ya es una lista interminable. Lo que también parece que no tiene fin es el verano. A estas alturas de octubre seguimos con máximas que rondan los 30 grados. Parece que mañana la predicción empieza a ser más propia de otoño. A ver si esto sí se cumple. Por si me vuelve a ocurrir, no volveré a hacer ninguna predicción en futuras ocasiones, no vaya a ser que este mundo acabe peor de lo que ya está.