Casi a la misma hora de publicar estas líneas, he terminado de recontar los últimos céntimos del registro de bienes y patrimonio de los concejales del Ayuntamiento de Vitoria, que salió ayer publicado en un ejercicio fenomenal de transparencia por parte de la institución municipal. Supongo que a los citados señores y señoras ediles no les hará demasiada gracia que se husmee entre sus cuentas corrientes, EPSV y en las escrituras de pisos, garajes, trasteros e hipotecas. A mí, me pasaría lo mismo, aunque mi sonrojo llegaría por la escasez de chines que define mi modus vivendi. En cualquier caso, y como explica la máxima, no basta con que la mujer del César sea honesta, también tiene que parecerlo. Y en ese parecer, el hecho de rendir cuentas ante los electores me parece fundamental, al menos, para sentar unas bases de cierta confianza con los representantes institucionales llamados a gestionar los dineros públicos salidos de los impuestos de los vecinos. Supongo que pagarán ahora justos por pecadores, pero en una sociedad que ha crecido descreída ante la profusión otrora de todo tipo de corruptelas con tramas muy sonoras que han afectado a unos y otros, las explicaciones, los datos y las cuentas claras nunca están de más.