Luis Manuel está triste. Pese al paso de los días, aún nadie se ha acordado de él públicamente para agradecerle la brillantez de su trabajo. Luis Manuel cree que le tienen envidia y que no le perdonan su capacidad de brillar como una estrella entre tanto mediocre. Luis Manuel no entiende cómo hay tanta mezquindad en un país como este, que se comporta con desabrida actitud ante sus hijos más notables. Luis Manuel llora cada vez que se usa su apellido para demostrar lo mucho que queda por caminar para limar la desigualdad que existe en el Estado entre hombres y mujeres. Luis Manuel aún no comprende que la lió parda en el momento en el que se estrujó su paquete en un palco de autoridades, con menores a su lado, como la infanta Sofía, cuando celebró el título de campeonas del mundo recién logrado por la Selección femenina de fútbol en la final de Australia. Luis Manuel sigue sin entender que no se puede morrear a una de las estrellas del equipo sin contar antes con el plácet de la afectada. Luis Manuel cree que le tienen inquina por ser un tío tan genial y por contar con tanto palmero mediático en según qué medios de comunicación. Luis Manuel se sabe un rara avis y promete resistir ante tanto “tonto del culo”, como él definió al resto del mundo.