Apenas hemos consumido poco más del primer cuarto del año y ya empiezan los políticos a hacer calendarios, literalmente, y nunca mejor dicho. Con siete meses y medio por delante hasta volver a comer las uvas, la última polémica ha sido la de las jornadas festivas de cara a los doce meses venideros. La propuesta planteada por unos de revestir de plena festividad el 8 de marzo próximo, marcándolo en rojo en el calendario laboral, fue combatida y respondida de inmediato por los otros, apuntando que hacer festivo el 8M supondría robar el carácter reivindicativo de la jornada además de apuntar también a la falta de arraigo. Para que tuviera todo tipo de ingredientes esta pelea, sobre la mesa se puso la propuesta de elegir como no laborable el 5 de noviembre. Se rebuscó en los libros de Historia para encontrar esa jornada del año 1933, como fecha en la que las mujeres acudieron a las urnas por primera vez en Euskadi. Como no podía ser de otra manera, la parte a la que se le negó su planteamiento inicial también encontró argumentos para tumbar esa fecha. Si aludimos a cuestión de arraigo, esa misma carencia detecto en otras fechas festivas ya pasadas como el 25 de octubre, Día del Estatuto, o el 6 de septiembre, Día de Elcano. Así estamos.