Están los viejillos de nuestro amado templo del cortado mañanero descojonados de la risa. Saben que la edad, en este caso, juega a su favor. Nada de sentarse en una mesa electoral el próximo día 28. Así que cada vez que uno de los jóvenes entra por el local, la pregunta salta rápida: ¿qué, te ha tocado ya? Tienen unas ganas tremendas de que alguno disfrute ese día de la fiesta de la democracia de pe a pa, pero más que nada para ir a donde el susodicho ejerza de presidente o vocal y montarle algún numerito especial. Aitites style. Lo que les da una pereza de las buenas es tragarse todo lo anterior, esta campaña electoral en la que estamos de manera permanente, por mucho que un día no se pueda pedir el voto de manera directa y al siguiente, por arte de birlibirloque, sí. Un par de abuelillos –o eso han contado en el local, tal vez adornando un poco la historia– debieron de entrar el otro día en uno de esos puestos de voto por correo que han colocado los partidos por Vitoria con forma de contenedores industriales y le debieron de meter una paliza de campeonato al ¿pobre? voluntario de turno. Les encanta hacer eso. Bueno, y que no pillen a un encuestador, que en unas elecciones antes de la pandemia, a uno se lo terminaron trayendo al bar y el pobre hasta pagó el almuerzo.