En los últimos días estamos asistiendo a una nueva escalada de la tensión bélica entre Rusia y Ucrania, en la que también están implicados los países que apoyan a uno y otro bando. Tras la visita de Biden a Ucrania y el anuncio de más fondos y la entrega de nuevos tanques para la defensa del país, Putin, aprovechando el discurso del Estado de la Nación, ha anunciado la suspensión de la participación de Rusia en el Nuevo Tratado de Control de Armas Estratégicas y el emplazamiento de más misiles balísticos intercontinentales. La amenaza de una catástrofe nuclear cada día es mayor y si se hace difícil para nosotros, que no estamos en guerra, no sentir miedo por el tinte que empieza a tomar el asunto, no quiero pensar lo que estarán sintiendo los ciudadanos rusos. A mí, personalmente, me aterraría estar bajo el mando de un tirano con gatillo tan fácil, y es que presumir de arsenal nuclear en estos discursos también supone el riesgo de que todo venga de vuelta, ya que te conviertes en una amenaza para el resto de países. No corren buenos tiempos para ser enemigo de Rusia, pero mucho menos para ser ruso. Solo espero que entre tanto mandatario egocéntrico y orgulloso no haya alguien tan insensato como para pulsar el botón en nombre de los demás.