La diáspora de sus mayores talentos es una lacra para cualquier sociedad. Durante los últimos años en el Estado no ha cesado el exilio de ingenieros, médicas, investigadores o enfermeras a países que aprovechan las capacidades de generaciones de jóvenes patrios, muchos formados en universidades públicas. El último y más llamativo caso es el de Felipe Juan Froilán de Todos los Santos de Marichalar y Borbón. El nieto más díscolo de los reyes eméritos pone rumbo a Abu Dabi junto a su abuelo. Tras copar titulares de prensa por su amor por la noche y su inoportuna capacidad de estar donde no debe, viéndose envuelto en asaltos, tiroteos, peleas a navajazos y redadas en afters ilegales, su infanta madre decidió que su primogénito estaría a buen recaudo junto a Juan Carlos I. Y para que no parezca un castigo o un intento de alejarle de malas compañías, la versión oficial es que acude a la llamada de una oferta laboral en una de las mayores petrolíferas del emirato. Es mejor no escudriñar cuál es la capacitación para el puesto del joven Borbón al que sus años de escuela se le hicieron largos a fuerza de repetir curso, para marchar después a EEUU y volver con una titulación exprés en Administración y Dirección de Empresas. Seguro que este viaje también le cunde. Lo dicho: siempre se van los mejores.