Uno de los viejillos que tiene la cadera intervenida está preocupado por si a la entrada de nuestro amado templo del cortado mañanero nos van a poner lo del detector de metales, no sea que el aparatejo vaya a pitar cuando se lo pasen por el cuerpo serrano y le impidan tomarse el txikito de rigor. Esto no será una discoteque pero sí un antro al que hay que acceder santiguado. Con todo, la parroquia anda preocupada por el exceso de preocupación que la preocupada sociedad vitoriana parece mostrar en torno al preocupante uso de la navaja en la noche sandunguera. Tenemos tantas discusiones al mismo tiempo sobre si la culpa de todo la tiene Yoko Ono o el espíritu de Lennon que le sale por los poros, que hasta nuestro escanciador de cafés y otras sustancias tuvo que poner paz el otro día entre dos que estaban en plena bronca sobre si todo esto ya pasaba cuando solo había monstrencos patateros o el mal del universo debe tener nacionalidad extranjera sí o sí, porque los de aquí somos católicos, apostólicos y romanos. A todo esto, una de las jefas que desayuna habitualmente en el local, nos sentenció ayer: “gilipollas ha habido, hay y habrá. Además, todos hombres. ¿O es que ahora nos vamos a caer del guindo?”. Y esto nos llevó a otra discusión con los que tenían la hombría herida. Aquí no hay posibilidad de aburrirse.