Hoy me apetece contaros un truco que teníamos para dormir a June cuando era muy pequeña. De hecho, todavía nos sigue funcionando. Todo fue por casualidad. Era un día de pandemia de esos en los que no podíamos salir de casa más que para ir a la farmacia o al supermercado.
June tenía unos 10 meses y llevaba llorando un buen rato porque no conseguía conciliar el sueño. Probamos todo tipo de posturas para tranquilizarle pero no conseguíamos que se durmiera de ninguna manera. Tras más de un momento de desesperación y con intención de no perder los nervios salí con ella al balcón para respirar un poco y calmarme. La tumbé en mis brazos con intención de dormirle allí mismo. “¡Mierda!”, pensé. Un vecino de esos que hacía toda su vida en el balcón puso la música a todo volumen. Va a ser imposible dormir a June así, pensé.
Sin embargo, como si de magia se tratara, dejó de llorar y se durmió al instante. ¿Casualidad? Pues eso pensaba, pero no. Al día siguiente, sin esperar al vecino mago, fui yo la que puso la canción para comprobarlo y June volvió a dormirse en menos de un minuto. Hoy en día es ella la que, cuando ve que no puede conciliar el sueño y se empieza a poner nerviosa, me dice: “Ama, quiero que me pongas Bob Marley”. ¡Gracias vecino!