Asier está muy cansado. Pone el despertador a las siete, desayuna corriendo lo que puede y se ducha en tres minutos. ¡Tres minutos! Todo un récord que nunca pensaba que conseguiría. Va a la habitación de Alba y Kike para despertarles. Les cuesta, como todas las mañanas, ponerse en marcha para ir a la ikastola. Pero tras mucho insistir, alguna bronca por mancharse con la leche el jersey recién lavado y repasar las mochilas para no olvidar nada, salen de casa corriendo porque tienen diez minutos para llegar a clase. Los deja, va al súper a comprar algo para el mediodía. Tiene que ser algo fácil de cocinar y, sobre todo, rápido. No hay tiempo. Decide que el menú serán unos macarrones con tomate y chorizo, una apuesta segura para evitar broncas. Vuelve a casa. Ahora toca hacer camas, poner lavadoras, preparar la comida y sobre todo, poner a cargar el móvil y la tablet para cuando lleguen a comer Alba y Kike. No quiere líos. “Se le ve en la cara ¡el pobre! con esas ojeras. Desde hace un mes no para. No tiene ni un minuto al día”, dice su familia preocupada. Pero tranquilos, solo es cansancio de hacer lo que hace su mujer todos los días. Ana, su mujer, hoy está en una sesión de quimio. La tercera. Sí, porque ella es la que está enferma, la que tiene cáncer de mama.
- Multimedia
- Servicios
- Participación