Es verdad que cuando el bicho paró todo, los viejillos de nuestro amado templo del cortado mañanero hicieron una master class de aupa el Erandio y diploma oficial en vídeollamadas. Ríete tú de Mark Zuckerberg, Steve Jobs y Bill Gates. Pero en realidad, aquello fue más un 2+2=4 para salir del paso, en el que nos dejamos fuera de la formación digital de la parroquia más veterana casi todo lo que no tuviera que ver con lo de verse el jeto en la pantalla. Así que de vez en cuando toca abrir el aula y ver cómo se pueden desfacer entuertos. Por ejemplo, a un par de abuelos los tenemos ahora con lo de la banca online en el aparato. Hay galimatías jurídicos más fáciles de desentrañar que bucear en estas cuestiones. Por supuesto, de paciencia no anda todo el mundo sobrado. Ahora toca bajarse la aplicación para lo del nuevo contenedor de basura. O para la nueva tarjeta sanitaria digital. Dentro de poco hará falta para... Y claro, en el bar ya existe la teoría, alimentada por nuestro querido escanciador de café y otras sustancias en plan cabrón premium, de que los viejillos se van a tener que descargar un día de estos una aplicación para que les diga cuándo, cómo y dónde morirse, si quieren una notificación del deceso y cuál va a ser el tono de la última llamada.