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La selva de las aceras

Con la vuelta a la normalidad, las calles de Vitoria, que no hace tanto asemejaban un desierto, se han vuelto a convertir en espacios por los que transitar es cada vez más complicado. Y si lo de llevar el coche ya sabemos desde hace tiempo que es para armarse de paciencia, lo de las aceras se ha convertido directamente en la ley de la selva en algunas zonas y, sobre todo, en determinados tramos horarios, como la primera hora de la mañana en la que unos y otros nos dirigimos a nuestros quehaceres y los colegios abren sus puertas. Hay que aplaudir que cada vez más vitorianos usen medios de transporte no contaminantes para desplazarse por la ciudad, pero a parte de este colectivo no estaría de más pedirle un poco de civismo y respeto al peatón. Porque si antes cruzarte con un ciclista en la acera era común y no suponía mayor inconveniente, la cuestión empieza a adquirir ya visos de problema de envergadura. Bicicletas y los cada vez más utilizados patinetes no están pensados para convivir con los viandantes –y menos en los casos en los que están obligados a no usar las aceras– si quienes los conducen no tienen dos dedos de frente. Y si ya hemos contado accidentes varios, vamos a seguir contando muchos más por el incivismo de unos pocos.